¡Mis queridos palomiteros!
Por suerte para muchos la ciencia-ficción es un género que goza de buena salud en el mundo del cine. Es cierto que dentro del género hay películas mediocres, con argumentos pobres y que sólo se basan en los efectos visuales, pero luego tenemos otras de historias complejas y en las que a veces aparecen problemas éticos de difícil solución.
Yo siento especial predilección por ese tipo, como Moon (2009), de Duncas Jones o La Isla (2005), de Michael Bay, pero otro tipo de películas que me apasionan son las de bucles o paradojas temporales, del estilo de Código Fuente (2011), del citado Duncan Jones o Al filo del mañana (2014), de Doug Liman, que tenía a Tom Cruise de protagonista.
Y ese es, palomiteros, el apasionante tema de la última novela del joven escritor Jaime Blanch Queral (en la imagen), Entre la neblina del tiempo -dentro de su colección de novelas de ciencia-ficción, Universo Luminion– que versa sobre los avatares de un hombre que construye una máquina utilizando el estudio de una científica a la que años atrás se le dio por loca y fue ninguneada por la comunidad científica. Sin saber en realidad qué está haciendo, el joven Adam Reynolds construye y utiliza una máquina que le permite vivir el futuro de forma virtual, justo el día antes de que la ciudad espacial en la que vive explote y cientos de miles de personas mueran.
Así, Adam revivirá una y otra vez el mismo día, en un intento desesperado de descubrir quién y por qué quieren destruir la ciudad, pero se encontrará con que nadie le cree. Además, según trasncurren las iteraciones poco a poco irá consumiendo tiempo, de tal manera que a cada iteración que viva le quedará menos tiempo para resolver el enigma y salvar a los suyos. En su ansia de sobrevivir se encontrará con ayudas completamente inesperadas, y también con enemigos terribles.
Si yo fuera tú, palomitero, no dejaría de hacerme con este lúcido trabajo del precitado Jaime Blanch Queral destinado, especialmente, a los amantes de la ciencia-ficción y de la acción a raudales. ¡Ya me diréis!