¡Mis queridos palomiteros! Este pasado miércoles, 28 de febrero, ha estado en Madrid el director de cine israelí Samuel Maoz, a quien he podido realizarle una entrevista con motivo del estreno, mañana 2 de marzo, de su muy galardonada película Foxtrot. Para el cineasta, “el cine debería ser un tango”.
El director israelí se alzó con el León de Oro en Venecia hace 8 años por su trabajo con Lebanon, alegato antibelicista que narra 24 horas en la vida de un grupo de jóvenes soldados en el interior de un tanque durante la primera guerra del Líbano, en 1982. Ahora estrena Foxtrot, otro drama que también ha escrito.
¿Y qué cuenta Foxtrot?
El Foxtrot es un baile en el que se empieza exactamente en el mismo sitio donde se acaba.
A lo largo de tres relatos descubriremos que los errores más humanos. Son los que están basados en la desconfianza. Y pueden acabar por marcar los acontecimientos.
Tres episodios en torno a varias generaciones marcadas por la guerra que ahondan en las cicatrices dejadas por los conflictos armados. También el absurdo humano y la trivialidad de nuestras acciones.
El reparto del filme está formado por Lior Ashkenazi (Caminar sobre las aguas), Sarah Adler (María Antonieta), Yonaton Shiray (A tale of love and darkness) y Shira Haas (La casa de la esperanza), entre otros.
Samuel Maoz confiesa que le costó 20 años volver a casa tras hacer Lebanon
Samuel Maoz cuenta que a los 18 años ya había hecho docenas de cortos. Los Cuerpos Armados son el proletariado de las Fuerzas de Defensa israelís. “Si estás sano y no te alistas voluntario en los paracaidistas, lo más probable es que acabes allí”.
Y continúa: “así me convertí en parte de la tripulación de un tanque. Fui entrenado como artillero, pero no me daba cuenta del significado del puesto. Disparábamos a barriles llenos de gasolina que explotaban como enormes fuegos artificiales, era como un parque de atracciones para niños grandes.
A la gente le parecía que molaba. La guerra estalló en junio de 1982. Y cuando volví, mi madre me abrazó, llorando y expresando su gratitud a mi difunto padre, a Dios, y todos los que habían cuidado de mí y me ha habían devuelto sano y salvo a casa.
Sin embargo, nunca regresé a casa. Ella no tenía ni idea de que su hijo había muerto en el Líbano y de que abrazaba una cáscara vacía. En 1987, completé mis estudios de cine en la Academia de Artes Beit Zvi. Hice intentos ocasionales con uno o dos cortos, viviendo en la inercia de dejar pasar el tiempo. Y me ha costado 20 años volver a casa tras hacer Lebanon“.
¡No os perdáis la entrevista en audio, palomiteros!