Alfred Hitchcock hacía milagros cuando Dios no estaba en el rodaje (II)
Blog: Palomitas de Maíz

Alfred Hitchcock hacía milagros cuando Dios no estaba en el rodaje (II)

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¡Mis queridos palomiteros! Alfred Hitchcock hacía milagros cuando Dios no estaba en el rodaje. Continuamos con este serial tan apasionante, que arrancamos hace unos días desde estas mismas pantallas. Y es que el director de cine londinense resulta tan atractivo como enigmático. Psicosis, en su críptica definición argumental, también ofrece rasgos interesantes sobre postulados en torno a la religión.

Janet Leigh, John Gavin y Vera Miles en Psicosis. Hitchcock hacía milagros cuando Dios no estaba en el rodaje

El libro que Vera Miles abre, en ausencia de Norman, no tiene título y su contenido está oculto para nosotros. La novela de Bloch suministra más detalles sobre el material de lectura del joven Bates. En su habitación tiene Justine o los infortunios de la virtud, del marqués de Sade (1791), junto a Là-Bas, de J. K. Huysmans (1891). Bloch sólo menciona los títulos, y de ellos podemos decir algunas cosas.  “Justine cuenta la historia de una joven llena de virtud y de su hermana Juliette, totalmente inclinada hacia el sexo”.

El tema de Sade es una escabrosa burla a la religión, haciendo una crónica sobre los entuertos carnales de una mal llamada mujer “virtuosa”. Resulta que la virtud rara vez es compensada, si no, que se lo digan a la joven Marion que es asesinada, cuando ya estaba en su mente devolver el dinero robado. La presencia de Là-Bas es aún más significativa.

Henry Fonda en Falso culpable. Hitchcock hacía milagros cuando Dios no estaba en el rodaje

El satánico héroe de la novela de Huysmans considera a Sade un tímido burgués, un mediocre fantasioso, y se propone ser más descaradamente depravado. Celebra “misas deicidas” en la que Dios es simbólicamente sacrificado; otro sacerdote caído venera al diablo, da de comer al ratón blanco las hostias consagradas y tiene “la imagen de Cristo tatuada en sus talones, para así poder pisar siempre al Salvador”.

Es Hitchcock, no Dios, quien mantiene a la gente en suspenso, como a Eva Marie Saint pendiendo del monte Rushmore

Por otro lado, en su televisada Histoire (s) du cinéma, Jean-Luc Godard describe a Hitchcock como “el único, aparte de Dreyer, que sabía cómo filmar un milagro”. En Falso culpable (1956), Henry Fonda reza para obtener asistencia divina y una figura distante aparece en una calle en tinieblas, caminando a su encuentro, hasta que su cara es superpuesta a la de Fonda en primer plano: se trata del hombre correcto, el verdadero ladrón con el que Fonda ha sido confundido.

Esta secuencia es más una posesión demoníaca que una intervención milagrosa de la Gracia. La cara del ladrón se posa sobre la de Fonda, se funde con ella y luego la suplanta. La superposición no se mantiene; el ladrón acapara el encuadre, entra a una tienda y la asalta. Él y Fonda son dobles virtuales. ¿Puede el ladrón ser el yo ulterior del hombre respetuoso de la ley, tal como Hitchcock sugiere en un principio al hacerlo aparecer dentro del primer plano de la cabeza de Fonda?

Eva Marie Saint y Cary Grant en Con la muerte en los talones. Hitchcock hacía milagros cuando Dios no estaba en el rodaje

Es Hitchcock, no Dios, quien mantiene a la gente en suspenso, como a Eva Marie Saint pendiendo del monte Rushmore o a Norman Lloyd en Sabotaje colgando de la Estatua de La Libertad. Podemos concluir que estos personajes deberían agradecer a Hitchcock esa liberación de una muerte segura. ¿Pero intervenía Dios en la cabeza del realizador inglés?

¡Nos queda lo mejor! ¡Hasta pronto, palomiteros!