¡Mis queridos palomiteros! En el umbral de los Oscar, ‘Ver para creer’. Y lo digo casi sin doble sentido, a tenor del marchamo de los galardones de cine de los que he ido informando desde estas pantallas. ¡Ya veremos qué tal la gala! Sólo que esta vez, además, me refiero al valiosísimo volumen de título homónimo y en formato de ensayo, obra de Santos Zunzunegui e Imanol Zumalde, que ha editado Cátedra dentro de su reconocida colección Signo e Imagen.
Del primero, recuerdo otro gran trabajo suyo que lanzó esta misma editorial hace dos años, Bajo el signo de la melancolía. Cine, desencanto y aflicción, que fue justamente galardonado con el Premio Euskadi de Ensayo 2018. Y del segundo, como no podía ser de otra manera, recomiendo la lectura de La experiencia fílmica. Cine, emoción y pensamiento que en 2011 también llevó Cátedra a las estanterías.
El trabajo que nos ocupa es otra obra maestra de artesanía fílmica y artesanía documental con muy buen acabado. De hecho, discurre paralelo a otro libro del que ya hemos hablado desde aquí, El relato documental, de Jenaro Talens y Pilar Carrera, y podría decir sin reparos que estamos ante el mejor modo de aprehender el cine.
En el umbral de los Oscar, ‘Ver para creer’: avatares de la verdad cinematográfica, según Santos Zunzunegui e Imanol Zumalde
Es decir, que al margen de las raíces o de las corrientes cinematográficas al uso, se hallan por encima de ellas los trabajos documentales. Basta comprobar cómo su peso va sumando enteros en la industria. Por eso me encanta que Zunzunegui y Zumalde hayan subtitulado su trabajo Avatares de la verdad cinematográfica. Muy bien tirado.
Que la verdad está en crisis parece hoy más cierto que nunca. Pero ¿de qué verdad hablamos? Este ensayo indaga en la manera en que se construye, difunde y asume ese objeto de sentido que llamamos “verdad”, y sopesa desde múltiples ángulos las peculiaridades del “documental”, el dúctil formato discursivo urdido para darle asiento y cobijo.
En ese empeño, estas páginas reparan en campos tan amplios como los del periodismo, el discurso histórico (el candente combate por la “memoria histórica”) o las falsificaciones de cualquier laya, pero a la postre centran el foco en el mundo de la imagen y, más en concreto, en la fenomenología del cine documental a cuya razonada cartografía este libro dedica buena parte de sus esfuerzos.
Preocupado por alcanzar un equilibrio satisfactorio entre el discurso teórico y los ejemplos llamados a sostenerlo, escruta un amplio ramillete de películas y cineastas capitales, añadiendo al conjunto una serie de análisis probatorios que nunca pierden de vista el debate en torno a la idea de “verdad”. Lejos del saber fungible imperante en nuestros días, estamos ante una propuesta ambiciosa e inusual que a buen seguro dejará indiferentes a muy pocos.
Las más de 320 páginas de ‘Ver para creer’ son buena muestra de un estudio bien labrado y contrastado, si bien es cierto que el libro está dirigido a los más eruditos del séptimo arte
En concreto, Ver para creer está estructurado en dos partes. En la primera de ellas, de siete capítulos, profundiza en la teoría general del documental. Es decir, sienta las bases de lo que después afrontará en la siguiente parte, de cinco capítulos, donde subraya, con ejemplos, las cualidades de los trabajos documentales.
Así las cosas, su más de 320 páginas son buena muestra de un estudio bien labrado y contrastado, si bien es cierto que el libro está dirigido a los más eruditos del séptimo arte. De hecho, a mí me parece lo ideal, porque a menudo estamos saturados de materiales de cine de divulgación de fácil acceso.
Pero con la propuesta de Ver para creer, el lector de cine ocasional va a tener la oportunidad de profundizar más y concienzudamente sobre la materia, y el que ya esté formado va a comprobar que aún hay mucho que aprender de los libros. Por ejemplo con éste, gracias a autores como Zunzunegui y Zumalde.