¡Mis queridos palomiteros! ‘La caída del imperio americano’: mal moral de Denys Arcand. El pasado 29 de marzo las salas de cine españolas acogían el estreno de este filme canadiense (La chute de l’empire américain) gracias a Wanda Films, distribuidora de la que ya hemos hablado en otras ocasiones.
Dirigido por el laureado cineasta Denys Arcand -cuyas inquietudes históricas y filosóficas ya quedaron apuntadas en El declive del imperio americano (1986), historia sobre el desencanto social, y en Las invasiones bárbaras (2003), drama pesimista sobre la descomposición del ser humano– la comedia fluye pero resulta previsible.
El festival de cine de Cannes es el escaparate desde el que muestra con orgullo sus premios. Primero con el del Jurado y después con el del Jurado Ecuménico por su Jesús de Montreal (1989) y después con el galardón al mejor guión original por Las invasiones bárbaras.
Pues bien, La caída del imperio americano vuelve a incidir sobre los contenidos de las dos primeras, tan desmoralizantes como necesarias de recordar ahora, dado que nada ha cambiado desde entonces, parece que la sociedad continúa sujeta a los mimbres de esas catástrofes, si acaso aún más amplificadas que nunca. Vaya, que el pesimismo de Ken Loach se queda orillado al lado de Denys Arcand.
‘La caída del imperio americano’: mal moral de Denys Arcand
Por su lado, la película que nos ocupa no está tan salpicada de la bilis de sus trabajos anteriores, pero sí está llena de fragilidades que se ven aupadas por puntuales momentos de efímera felicidad, que apenas logran dotar a sus personajes de ilusiones por las que vivir.
Se parte de la base de que en la sociedad de Trump nada es posible, todo está maniatado desde el principio y, sin embargo, siempre está en juego la libertad del ser humano que desea alcanzar un nivel de felicidad más alto. Hasta los marginados tienen derecho a vivir en plenitud.
El cineasta canadiense filma una previsible comedia sobre la corrupción económica
El filme muestra sin tapujos el cuestionable uso de paraísos fiscales o la función de los cuerpos de seguridad del estado. Y lo hace a las claras, especialmente cuando retrata la violencia. ¿Nos hemos olvidado de la ética económica?
En palabras de Denise Robert, esposa de Arcand, al hilo del filme a su paso por la SEMINCI: “El dinero en sí mismo no es bueno ni malo, todo depende del uso que hagas de él… La vida es imprecisa y la moral, también”. “El amor y la comprensión deben sobrepasar el valor del dinero. Denys Arcand observa la sociedad, no la juzga”.