¡Mis queridos palomiteros! ‘Vida oculta’: Terrence Malick entrega un vivificante testimonio de fe. El pasado 7 de febrero las salas de cine españolas acogían el estreno del filme Vida oculta (A Hidden life), drama biográfico escrito y dirigido por el cineasta estadounidense de 76 años (La delgada línea roja, 1998), que distribuirá en España 20th Century Studios.
La película sigue las andanzas de Franz y Fani Jägerstätter. Son un feliz y enamorado matrimonio austriaco que vive con sus tres hijas pequeñas en su granja alpina en Sankt Radegund. Son campesinos y trabajan rodeados de un impresionante paisaje montañés. Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, los hombres comienzan a respaldar el nazismo, pero Franz no se deja arrastrar por la corriente mayoritaria. El amor incondicional de su esposa y su fe inquebrantable son sus principales aliados.
Por de pronto se resiste a prestar juramento a Hitler, se opone a la anexión de Austria con Alemania en 1938 y se niega a cumplir el servicio militar obligatorio, de manera que se convierte en el primer objetor de un mundo de ferviente nacionalismo y de una creciente ideología por el odio. Por estos hechos fue arrestado, juzgado y condenado a muerte en 1943. Y el 26 de octubre del año 2007 el Papa Benedicto XVI lo declaró beato en la catedral de Linz.
‘Vida oculta’: Terrence Malick entrega un vivificante testimonio de fe
En su décima película, el veterano cineasta despliega un brillante y valiente auto sacramental, otra de sus obras maestras en la que da luz a un héroe desconocido para muchos. Probablemente estemos ante una de las mejores películas de la última década. No por la narración de un hecho histórico sin precedentes, sino por la narración de unos hechos reales filmados por Terrence Malick.
En este caso el cineasta ha optado por mantener la distancia suficiente para que el espectador no sea vea salpicado por el horror de una guerra con lo que ello conlleva, en muchas ocasiones, de realismo y crudeza en las imágenes.
Y no por dejar este espacio el filme no es menos duro, sobre todo porque Malick sabe combinar con maestría, por un lado, los paisajes idílicos y el ambiente en familia, de espacios abiertos, diáfanos, al aire libre, con grandes vistas y tomas aéreas de una zona a modo de Edén, de Paraíso, como si estuviera examinando cuanto sucedes desde las nubes. Y por otro lado muestra la asfixia de un país devastado con grandes trazos, con escenarios grises y espacios cerrados.
El veterano cineasta despliega un brillante y valiente auto sacramental
Pero lo que realmente llama la atención es el viaje interno que realiza Franz. Desde la alegría compartida que transmite como ejemplar padre de familia, simpático y divertido con su mujer y sus hijas, hasta su vía crucis de camino a defender una idea con pasión, lo cual le lleva a experimentar la humillación y el desprecio de los suyos, acentuado mucho después por sus captores.
En este sentido, también hallamos similitudes evangélicas con las tentaciones de Cristo, puesto que su abogado, por un lado, le hace propuestas para evitar la muerte, que él rechaza, no sin antes consultarlo con su esposa. O la suerte de un Poncio Pilatos, por otro, que correría a cargo del juez quien decidiría su futuro, al que da vida un inmenso aunque ya desaparecido Bruno Ganz. No estamos, pues, hablando de un loco, sino de una persona coherente, serena, pacífica y consecuente con sus actos.
Lo que realmente llama la atención es el viaje interno que realiza nuestro protagonista
Vida oculta, pues, desarrolla un intenso guión al que no le sobra una coma, está muy bien estructurado, va al grano desde el principio y no quiere dejarse nada en el camino que recuerde lo sencillo que es nuestro protagonista, sin una gota de rencor en su interior.
Y todo ello se debe a esa poderosa mirada que Malick ha impregnado al actor que le interpreta, August Diehl, que resulta apabullante en su personaje. Al mismo nivel de calidad interpretativa se halla su esposa, a la que da vida la joven Valerie Pachner, si bien es cierto que ningún personaje desencaja el conjunto.
Finalmente, el apartado técnico, revelado especialmente en fotografía y banda sonora, potencian todas las cualidades estéticas ya descritas. No estamos ante una película fácil, pero sí ante una película imprescindible, que incluso se hace corta porque apetece conocer más a este héroe a pesar de sus 3 horas de duración. Impecable y vivificante testimonio de fe.