¡Mis queridos palomiteros! ‘Katyn’, según el cineasta Andrzej Wajda, 80 años después. Nos encontramos en una semana histórica. El pasado 5 de marzo se conmemoró el 80 aniversario de la masacre de Katyn. El pueblo polaco era víctima de una de las mayores matanzas contemporáneas a instancias de Lavrenti Pávlovich Beria, jefe de la policía del servicio secreto soviético, a quien muchos llaman el Himmler soviético, en alusión al Himmler alemán, ideólogo de la ‘solución final’.
Ese día de 1940, Beria, en una carta clasificada como ultrasecreta, recomendaba su ejecución calificando a los polacos de “permanentes e incorregibles enemigos del poder soviético”. Así que, en sus palabras, “se les tenía que aplicar el castigo supremo: la pena de muerte por fusilamiento”. La firma, estampada con un lapicero azul de Iosif Stalin, líder supremo de la URSS, junto a la palabra ‘za’, que significa ‘a favor’, rubrica la orden. Las firmas de otros tres miembros del politburó la acompañan.
‘Katyn’, según el cineasta Andrzej Wajda, 80 años después
Y, por otro lado, el 6 de marzo de 1926 nacía el desaparecido cineasta polaco, Andrzej Wajda (2016), quien en 2007 filmó el intenso drama bélico Katyn, película en la que homenajeaba a su padre, el capitán Jakub Wajda, asesinado en aquel bosque. Por cierto, hace unos días el escritor argentino Pablo De Vita presentaba en Madrid un brillante libro de entrevistas, Diálogos con el cine polaco, donde la figura del gran Wajda reluce especialmente, y de cuyo contenido daremos suficiente cobertura desde estas pantallas.
Por tal motivo, me parece más propio que nunca recordar lo que decía Wajda con Katyn. Sin duda ninguna se trata de de esas películas para ver más de una vez. Fue candidata al Oscar a la mejor película extranjera. A sus 81 años, Andrzej Wajda (Oscar honorífico en 2000) ya había demostrado sus cualidades narrativas en Cenizas y diamantes (1958), El hombre de hierro (1981), Las señoritas de Wilko (1979) o La tierra prometida (1974), las tres últimas también candidatas al Oscar.
Katyn es una bélica e histórica película sobre hechos reales, que llegó a España gracias a la perseverancia de Karma Films, distribuidora sensible con las producciones de hondura, envergadura dramática y tono espiritual.
A sus 81 años, Andrzej Wajda ya había demostrado sus cualidades narrativas en Cenizas y diamantes
La cinta recuerda la masacre de 22.000 oficiales polacos (incluido el padre de Wajda) a manos del Ejército Rojo en 1940, cuando la URSS invadió Polonia por el este, mientras los alemanes lo hacían por el oeste. En Katyn, un bosque cercano a Kiev (Ucrania), fueron ejecutados los militares polacos por orden de Stalin, y la película narra los últimos días de estos oficiales y de sus familias, la tragedia de un crimen que Rusia sólo reconoció en 1990, tras la caída del comunismo.
Katyn es otro de los grandes trabajos de Wajda y está considerado obra de referencia para los amantes del cine bélico. No sobra un diálogo, el director va al grano, rechazando discursos innecesarios como suele ocurrir en películas de este cariz.
Además, el cineasta polaco hace un uso muy equilibrado del guión y pone en boca de sus personajes vivencias personales que sobrecogerán al espectador. Por si no fuera suficiente, desarrolla una espléndida puesta en escena gris, que da la medida exacta del largometraje.
Dentro de esa mesura, se aprecia un ritmo ágil desde su potente e impresionante arranque que deja los pelos de punta. La humillación militar e intelectual más dolorosa se percibe en Katyn de manera apabullante -en sintonía con El oficial y el espía, de Roman Polanski-, momento en que se activa la fría lucha interna de hombres obligados a reconsiderar el origen y sentido de sus vidas. Por eso más de un militar reza el rosario…
Katyn es otro de los grandes trabajos de Wajda y está considerado obra de referencia para los amantes del cine bélico
Wajda, que ha conocido la descomposición del hombre cuando pierde la razón a causa de una guerra, rueda escenas de conjunto con una claridad narrativa como pocos saben hacer, seguramente porque es un narrador de imágenes clásico que evita aglomeraciones y efectos especiales, mientras coloca la cámara de tal manera que se decante por los primeros planos y así acentuar cada mirada, cada gesto, cada disparo…
Una sugerente banda sonora corona esta película imprescindible. Por cierto, si quieren saborear la cinta hasta el final, no dejen de mirar la pantalla hasta que se inicien los créditos… El final, como el arranque, sobrecogedor y espectacular.