¡Mis queridos palomiteros! ¿Cómo afrontará el cine la nueva crisis educativa a causa del coronavirus? Quería reflexionar, un momento, sobre el papel que el cine tiene en el peliagudo asunto sobre la educación, aunque a veces plantea más preguntas que respuestas.
Recientemente, al Gobierno le han nacido adeptos y detractores respecto a dar aprobado general, con ciertas restricciones, y dar por finalizadas las clases. Entonces, ante esta nueva piedra en el camino, promovida por el coronavirus, cabe preguntarse si el séptimo arte ya supo enfocar el tema. Veámoslo con algunos ejemplos.
Por un lado, tendríamos la educación en libertad, aunque su origen se dé entre rejas. Es el caso de Cadena perpetua (Frank Darabont, 1994). O la educación del corazón humano, cuando el canto despierta un sentimiento desconocido entre unos soldados, que sería la propuesta de Senderos de gloria (Stanley Kubrick, 1957).
¿Cómo afrontará el cine la nueva crisis educativa a causa del coronavirus?
Por su parte, El cartero y Pablo Neruda (Michael Redford, 1995) explota la idea de la relación humana que se da entre un cartero algo simple y el poeta hispanoamericano al que lleva sus cartas.
Por otro lado, encontramos un ejemplo, entre muchos que podíamos ilustrar, sobre la educación paterno-filial en la relación que mantienen un padre y un hijo, cuando este último está sometido a una férrea disciplina militar.
Se trata de El caso Winslow (David Mamet, 1999), filme donde ni la mentira ni la desconfianza caben entre ambas partes. Una variante sería el modelo de familia monoparental que desarrolla Matar a un ruiseñor (Robert Mulligan, 1962), cinta en la que un padre viudo enseña a sus hijos, entre otras muchas cosas, cómo dirigirse a una vecina anciana.
Un caso más aislado, pero no por ello menos representativo, sería el que ofrece Esencia de mujer (Martín Brest, 1992), donde un militar egoísta y ciego insiste en enseñar a bailar un tango a una joven.
Sin embargo, en La ley del silencio (Elia Kazan, 1954), el protagonista ejerce otro tipo de labor educativa: rebelarse contra los mafiosos que le oprimen delante de sus compañeros de trabajo.
Finalmente, la magnífica El indomable Will Hunting (Gus Van Sant, 1997) es, probablemente, la mejor bofetada educativa que un psicólogo estampa en un chico muy inteligente pero malcriado.
Un caso más aislado, pero no por ello menos representativo, sería el que ofrece Esencia de mujer
Respecto a la labor del educador, Ni uno menos (Zhang Yimou, 1999) – sobre una maestra que busca a su alumno perdido-, Adiós, muchachos (Luis Malle, 1987) -donde los jóvenes alumnos ponen sus conocimientos en el patio del colegio al servicio de lo que han escuchado en clase-, y Profesor Holland (Stephen Herek, 1995) -la historia de descubrimiento que desarrolla un profesor de música con su alumna cuando ésta había echado por tierra su talento-, son tres ejemplos que certifican que siempre el esfuerzo, por minúsculo que sea, merece la pena.
“Tocar música tendría que ser divertido. Sale del corazón. Se trata de los sentimientos, de emocionar a la gente, y de algo hermoso como estar vivo, y no sólo unas cuantas notas en una página… Yo puedo enseñarte esas notas, pero no puedo enseñarte todo lo demás”, Richard Dreyfuss en Profesor Holland.
¡Seguiremos informando y, por favor, quedaos en casa!
