¡Mis queridos palomiteros! ‘Buenos días, noche’: asesinato de Aldo Moro, según Marco Bellocchio. Como sabéis, cuesta encontrar entre nuestros gobernantes alguno que sea coherente consigo mismo. No digamos en cuestiones de fe. Por eso es necesario volver a esta película, basada en la novela Buongiorno, notte, de Ana Laura Braghetti.
Por su parte, el filme del cineasta italiano (Las manos en los bolsillos, En el nombre del padre) describe la situación del Primer Ministro italiano, Aldo Moro, durante su cautiverio.
Roma, 1978. La joven Chiara (Maya Sansa) se muda a su nuevo apartamento con su novio. A simple vista tiene una vida normal pero su amigo Enzo (Paolo Briguglia) empieza a sospechar que no todo es lo que parece.
De hecho, su verdadera identidad muestra a un miembro de un movimiento terrorista italiano extremo, Las Brigadas Rojas, que está planeando secuestrar y asesinar al antiguo Primer Ministro italiano, por los supuestos crímenes que cometió.
La película desarrolla dos puntos de vista: el de las actitudes de los terroristas y el del político católico. Así pues, la cinta reivindica las contradicciones de los activistas, que desesperadamente tratan de justificar las acciones violentas a favor de un proletariado, presuntamente ninguneado.
En esta película, muy bien rodada y casi teatral, destaca la interpretación de Maya Sansa por su naturalidad y sentido de la verdad. El resto del reparto realiza un trabajo muy correcto, con atención especial a Roberto Herlitzka. El ritmo no decae y Bellocchio sabe mantener el pulso dramático.
‘Buenos días, noche’: asesinato de Aldo Moro, según Marco Bellocchio
Es evidente el rechazo constante a la razón, por parte de los secuestradores, no sólo puesto de relieve en las sentencias hacia el preso —en un intento desesperado de buscar ecos de su acción en la opinión pública—, sino también en la forma en que ellos se relacionan.
Metido en un zulo, Aldo Moro es un hombre libre, emocionalmente estable, y muy vinculado a su familia a quien escribe cartas. El contraste funciona muy bien, pues los asesinos se aislan de las suyas, y crean una “propia”. Resultan muy interesantes aquellos aspectos de la película que ponen de relieve la importancia del cristianismo en la conciencia del pueblo italiano.
La presencia de documentación audiovisual —como las peticiones de clemencia del Papa Pablo VI— dota a la cinta de una entidad y una objetividad necesarias para comprender, si es que debe ser así, el asesinato de un hombre.