¡Mis queridos palomiteros! Zhang Yimou homenajeó las tradiciones chinas en ‘La gran muralla’. Hace cuatro años llegaba a las salas de cine este drama producido a dos manos entre Hollywood y China, dirigido por este veterano maestro del celuloide (La casa de las dagas voladoras -2004-, Amor bajo el espino blanco -2010-), con más de tres décadas a sus espaldas como cineasta.
La gran muralla es el debut de la productora Legendary East (filial de Legendary Pictures instalada en China con el objetivo de coproducir con otras compañías de aquel país) y se ambienta en China en el siglo XV.
Mientras se construye la que será la muralla más larga del mundo (9.000 kilómetros), los soldados británicos deben convivir pacíficamente con los aldeanos de los alrededores.
Zhang Yimou homenajeó las tradiciones chinas en ‘La gran muralla’
El muro, que poco a poco alcanza una altura asombrosa, se erige con normalidad cuando dos militares del ejército inglés, William (Matt Damon) y su amigo Tovar (Pedro Pascal), descubren que la edificación no sólo vale para defenderse de los vecinos Mongoles, sino que servirá también como barrera parar resguardarse de una amenaza mayor, algo sobrenatural e inhumano.
El misterioso fenómeno paranormal se convertirá en una pesadilla a la que se tendrán que enfrentar si no quieren perderse en un submundo desconocido lleno de peligros desconocidos.
Vaya por delante que a La gran muralla se le puede hacer la gran crítica de que el salvador es un “hombre blanco”. Y es cierto, como también lo es que el personaje de Damon proviene de un no lugar, alguien que se ufana de haber recorrido el mundo, pero que nunca manifiesta un origen concreto.
El cineasta se ha caracterizado por su facilidad en crear belleza
En ese sentido, La gran muralla ofrece menos una lectura política que una hora y media de batallas, algunos atisbos de romanticismo y una serie de tomas -digitales- imponentes y construidas con un gran sentido del espectáculo.
Se trata, pues, de una muestra del dominio visual de un cineasta caracterizado, precisamente, por su capacidad para crear belleza en sus tomas, dotando a las secuencias de acción de una pausada exquisitez.
Podemos ver entrelazadas ráfagas de acción con momentos de precisión coreográfica sin perder de vista a los personajes. Y eso no quita que la cinta resulte correcta y eficaz, sobre todo a la hora de calibrar las emociones del espectador.
Además, se aprecia que Yimou está a gusto dirigiendo esta película con retales de fantasía, como se aprecia en su puesta en escena. Imprime una paleta de colores impresionante y consigue imponentes secuencias de acción.
Especialmente, pone énfasis en las tradiciones chinas, como en la escena del funeral del general y el cielo iluminado por globos. Sin embargo, a los personajes les falta cierta profundidad, asunto que no ocurría con Héroe (2002), una de las películas referenciales de su carrera o con Sorgo rojo (1987) con la que ganó el Oso de Oro de Berlín.