¡Mis queridos palomiteros! ‘The fall, el sueño de Alexandria’: Asombroso derroche de belleza visual. Esta película, premio a la Mejor Película del Festival de Sitges 2007, es la segunda película del cineasta de origen indio, Tarsem Singh (Inmortals, 2011), un hombre más conocido en la industria norteamericana gracias a sus trabajos en videoclips y anuncios publicitarios.
Hace 14 años llegaba a España The fall, el sueño de Alexandria, una obra de una asombrosa belleza visual -al estilo de La gran muralla– a través de la cual Singh vuelve a traspasar la frontera entre la realidad y la ficción hasta conseguir una trama muy interesante.
Por su parte, la película sigue los pasos de una niña pequeña e inmigrante, ingresada en un hospital católico a consecuencia de la rotura de un brazo. Allí conoce a un celador que comenzará a contarle una historia que refleja su estado mental.
Unas veces realidad, otras veces fantasía, hasta que la niña se vea sumergida en una espiral de aventuras fantásticas. Así las cosas, el relato pronto sobrepasará todos los límites, trasladando la película a todos los confines del mundo.
‘The fall, el sueño de Alexandria’: Asombroso derroche de belleza visual
The fall, el sueño de Alexandria recupera una película búlgara de los años ochenta (Yo Ho Ho, 1981, de Zako Heskiya), y Singh la traslada al epicentro de la fábrica de sueños y la realza con una factura impecable.
La cinta es una extravagancia formal, un gran derroche de imaginación y medios, rodada en 23 países, con un despliegue artístico de primer orden y una pasión desmesurada.
En este sentido, Singh, con sólo dos filmes a la espalda, ha sido capaz de crear sellos característicos de su particular forma de rodar. De esta manera encontramos parajes desérticos colonizados por instalaciones a lo Cristof, el brutal diseño de vestuario, el cuidado en la paleta cromática de cada fotograma y un impresionante sentido de la épica visual.
En cuanto al reparto, acierta Singh al poner frente a la cámara a un grupo de desconocidos que saben muy bien dar la talla. Entre ellos destaca la niña protagonista, Catinca Untau, de origen rumano, que se desenvuelve entre todos con una naturalidad y desparpajo brillantes, y cuya forma de actuar rompe con el modelo tradicional de actor infantil.