¡Mis queridos palomiteros! Hernández-Simón (Mariana Pineda): «Lorca y Marull son bestias teatrales». Nacido en Bilbao hace 43 años, el afamado director teatral español Javier Hernández-Simón se encuentra en un estado de exitosa actividad teatral admirable.
En estos momentos se encuentra inmerso en gira por España con su espectacular versión de Mariana Pineda, de Federico García Lorca, representada en Madrid en noviembre pasado donde recibió un apabullante éxito que puso en pie al Teatro Español. Protagoniza la función la camaleónica Laia Marull, poseedora de tres premios Goya.
Hernández-Simón, licenciado en dirección de escena por la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid (RESAD), ha realizado numerosas escenificaciones entre las que destacan Fuenteovejuna, para la Compañía Nacional de Teatro Clásico, El color de la justicia -con la que participó en el ciclo autor del festival escena contemporánea de Madrid-, Ríanse del hipopótamo -encargo del instituto de la juventud-, El Avaro, Diktat o Los justos.
Además, su trabajo como director de escena ha sido reconocido en varias ocasiones. En 2009 recibió el premio al mejor director joven del año y en 2014 el premio al mejor director del año, ambos galardones otorgados por la Asociación de Directores de Escena de España (ADE).
También ha sido ayudante de dirección de personalidades de la talla de Ignacio García y Guillermo Heras. Aunque especialmente habría que destacar los cinco años que trabajó como ayudante de dirección de Helena Pimenta en la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
Por cierto, a mediados del año que viene estrenará Los santos inocentes, jamás llevada al teatro, donde contará con el todo terreno Javier Gutiérrez para desarrollar el papel principal.
Con tales mimbres no podía dejar pasar la ocasión de conocerlo mejor. Por fortuna, hace unos días pude compartir un buen rato con Hernández-Simón en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. ¡Qué pasada! Pasad y disfrutad.
Hernández-Simón (Mariana Pineda): «Lorca y Marull son bestias teatrales»
¿Cuándo nace la idea de llevar Mariana Pineda a los escenarios?
En realidad nosotros teníamos la idea de representar otro texto –Romeo y Julieta-, pero parecía que lo iba a producir un teatro nacional y nos vimos obligados a buscar alternativas. Carmen García, la directora de producción y socia, fue la que puso sobre la mesa a Mariana Pineda; una obra de Lorca poco representada (ninguna producción nacional en los últimos veinte años). No había leído la obra desde la escuela y tenía una idea muy preconcebida de ella. Pero cuando volví a leerla me sorprendió entenderla tan bien, me sentí muy conectado con lo que hablaba y me vi con la capacidad de abordar y contar la historia.
Mariana Pineda es una producción privada, que ha estado programada en el Teatro Español, y que para producirla nos hemos asociado dos compañías, GG Producción escénica y Teatro del Nómada.
Para quien no conozca al personaje, ¿cómo lo definiría?
Mariana Pineda es una heroína, un personaje que va logrando vencer sus miedos a lo largo de la obra y que se ve obligada a enfrentarse a un destino terrorífico como era el garrote vil. Está llena de estoicidad y convicción, pero sobre todo es un personaje íntegro y coherente con su propia vida y con su propia ideología.
Y esto precisamente es lo que más me interesaba del personaje, esa integridad y coherencia sobre quién es ella, qué piensa, qué siente, cómo cree que tiene que ser el mundo y esa visión que tiene de él, al que no renuncia nunca hasta llegar a sus últimas consecuencias, que es su muerte. Tiene valores que no son fáciles de poseer porque cuando las cosas vienen mal dadas, ser coherente con las propias ideas e íntegro en una sociedad que te dice lo contrario -no te mojes, sálvate tú- es muy complicado de llevar a cabo.
A Mariana Pineda le costó la vida esa integridad, pero creo que es un valor que había que resaltar en estos tiempos de la post verdad en los que somos capaces de darle la vuelta a nuestras propias concepciones del mundo, según nos vayan viniendo los vientos. Porque todos estamos en esa contradicción constante.
¿Qué le llamó la atención del personaje?
Precisamente esa idea de la integridad que comentaba, y lo que sucede cuando esa coherencia e integridad se va rodeando de traición. Precisamente esa fue la idea que más me afectó cuando leí la obra de Mariana Pineda. El personaje va a ser traicionado por todas las personas que le rodean, especialmente por tres hombres que se supone que la aman, cada uno a su manera.
Uno es Don Pedro Sotomayor, que se presenta como el paradigma del amante romántico, idealista, vital y revolucionario, que en los peores momentos de Mariana la va a dejar sola. Como forma de amar es bastante cuestionable.
Después tenemos al malo canónico, Ramón Pedrosa y Andrade, cuya forma de amar es más una posesión física o un sometimiento -la idea de someter algo admirable-. Y, por último, el tercer hombre representa para mí la peor forma de amar, aunque quizá la más sutil. La encarna Fernando, que es el pretendiente eterno y que se presenta como un amor bonito e incondicional.
Fernando si acude a ver a Mariana Pineda a la cárcel pero lo hace para que se traicione a sí misma y así poder estar con él. Y yo me pregunto: ¿cómo se puede amar a una persona si le estas pidiendo que no sea ella misma? Considero que es una forma de traición terrible. De esta forma, Mariana Pineda se va a encontrar con la traición de estos hombres que la van a dejar sola, y que cuando ya no tiene nada que perder decide morir.
Mariana encuentra en su muerte la forma de salvar la idea que defiende. Y con toda esta idea de la traición me he dado cuenta de que está muy presente en las obras de teatro que dirijo, como cuando hice Fuenteovejuna o Los Justos.
Vamos a hacer Los Santos Inocentes por primera vez en versión teatral
Para afrontar el espectáculo, ¿ha pensado más en la historia de Mariana Pineda o en el drama lorquiano?
Son un poco indivisibles, es decir, no existiría drama lorquiano sin la historia, pero probablemente la historia real sería mucho menos conocida o significativa sin el drama lorquiano.
En cualquier caso, he trabajado sobre el texto que nos deja el poeta. No es exactamente lo que ocurrió en la realidad, hay muchos personajes que no existieron, pero creo que refleja muy bien lo que le pasó a Mariana Pineda.
Esta traición, esta coherencia y esta integridad del personaje están en la obra de Lorca. Y yo creo que la obra de Lorca es tan grande y el autor es tan grande, que logra que el hecho histórico y el hecho teatral sean indivisibles.
¿Qué tiene Lorca, que tanto gusta, respecto a otros miembros de la generación del 27?
Para mí es uno de los grandes autores de la literatura dramática universal, uno de los diez grandes. Yo creo que Lorca logra conectar con el alma de las personas, no sólo por la belleza de las palabras o ese universo propio, sino porque hay algo que te ataca al inconsciente, que se queda resonando en el interior de las personas que asisten a sus representaciones o que leen sus textos. Creo que de alguna manera todos nos podemos identificar con casi todos los personajes de Lorca porque logra hacer una radiografía del alma humana, y del alma humana en sociedad en la que todos nos reflejamos.
Además esta constante búsqueda de la individualidad, de la identidad, de la libertad de los personajes que luchan contra sí mismos y contra la sociedad que vivimos, no deja de ser un reflejo de lo que nos ha pasado a los hombres a lo largo de la historia. Y luego es un autor que con el paso de los años, lo vas entendiendo desde lugares diferentes, pero en todos te toca algo muy íntimo. La intimidad es algo tan especial que lo convierte en algo extraordinario.
¿Por qué le interesaba explotar la idea del amor respecto a los personajes varones de la historia?
En realidad quería explotar la idea de la traición, esa forma de amor cobarde o que tiene que ver con someter o cambiar al de enfrente. Creo que intenta dar una lección a los hombres, que a veces, y todavía en la actualidad, confundimos amor con posesión. Todavía vivimos en una sociedad muy patriarcal y relacionamos el amor con la idea de someter y también me interesaba hablar de eso a través de los tres personajes varones.
De alguna forma están utilizando a la mujer, a Mariana Pineda, pero sin verla; se enamoran de la idea de su figura o de lo que les provoca, pero no de ella, porque ni siquiera la ven. Es una forma de amar perversa y profundamente insana.
Parece que Ud. rompe con la imagen idílica de Mariana Pineda y presenta a una actriz de raza. ¿Por qué?
Siempre tuve claro que quería una actriz que estuviera entre los cuarenta y los cincuenta años porque creo que la traslación real a nuestros tiempos está ahí. Mariana Pineda era una mujer de veintiséis años, viuda y con dos hijos en el siglo XIX, por lo que la traslación real a día de hoy sería de una mujer de cuarenta y pico años. Pero es que además quería una mujer de los pies a la cabeza, hecha a sí misma y en un viaje de autodescubrimiento. Quería huir de esa idea de fragilidad, porque Mariana es una mujer valiente, y cuando surgió la idea de trabajar con Laia Marull no tuvimos ninguna duda.
Laia y yo no nos conocíamos, ella no había visto mi trabajo, pero aún así se atrevió a lanzarse a lo desconocido para hacer Mariana Pineda con nosotros. Se comprometió desde el principio y ha sido un placer trabajar con ella. Es una mujer muy humilde, sencilla, que trabaja mucho, que se implica con el equipo y que tiene un enorme talento. Me parece que es una mujer tocada por los dioses del teatro.
¿Estamos escasos en la sociedad actual de personas leales, fieles a una idea?
Sí, pero es tramposo. También vivimos en una sociedad en la que cada vez es más difícil ser coherente con las propias ideas, encontrar la verdad de las cosas cuesta más, incluso la verdad de uno mismo. A veces es difícil no vivir en una contradicción permanente. Esto también nos sirve a veces de excusa para no posicionarnos en un lugar concreto, pero creo que vivimos en una sociedad muy compleja, y es muy difícil vivir con un sentido ético de las cosas y en eso vamos naufragando día a día todos.
A mí me parece que en esta idea de tener una convicción o ser leal a algo, tenemos más herramientas para no hacerlo, encontrar el por qué no hacerlo. Es más fácil no ser coherente ni leal, incluso consigo mismo. Vivimos en una sociedad en la que es más importante la imagen que das que lo que eres, todo se enturbia e incluso tú te confundes.
¿Mariana era una mujer revolucionaria o una mujer enamorada?
Revolucionaria sin duda. En la obra de Lorca aparece como una mujer enamorada, pero ¿enamorada de qué? Mariana está enamorada de un hombre por la idea que él tiene respecto a la libertad, porque si no, no le amaría.
Desde el odio es más difícil cambiar el mundo, y la revolución que ella inicia nace desde el amor a la humanidad que Mariana proyecta en Pedro de Sotomayor. Luego, más tarde, descubrirá que las ideas de Pedro eran más palabras que verdaderas. Ella amaba las ideas por las que luchaba, estaba enamorada de la idea de la libertad.
Y es importante destacar esto porque Mariana Pineda era una mujer acomodada del siglo XIX, no tenía ninguna necesidad, vivía de las rentas, aunque estaba enclaustrada en el mundo de las mujeres de la época, pero se encontraba en una situación social privilegiada. Además, Mariana Pineda no comete un solo acto de violencia, pues lo único que hace es bordar una bandera, como expresión de la libertad y del amor.
En su versión ha depurado a algunos de sus personajes. ¿Cree que los clásicos deben ser actualizados?
Es verdad que se han depurado algunos personajes, sobre todo lo que he hecho es dotar a los personajes de Clavela y de la madre, Angustias, de una personalidad un poco más concreta, modificando alguno de sus parlamentos para que no quedaran tan indeterminados como en el texto original.
Y, por otro lado, creo que los clásicos son actuales y lo que hay que hacer es atacar a la contemporaneidad del espectador. La puesta en escena tiene que huir de lo arqueológico e ir a lo contemporáneo, no a lo actual, y creo que es un matiz importante.
Podemos atacar la contemporaneidad del texto clásico desde muchas maneras diferentes y no realizar una actualización estética sin fundamento. Además, depende mucho del punto de vista de la escenificación y de los autores.
Calderón, Lorca, Lope y Shakespeare son autores que hablan de temas que son muy actuales y creo que hoy en día se siguen representando por eso. Por tanto, «actualizar» se convierte en una palabra peligrosa, porque parece que todo hay que traerlo al aquí y al ahora.
Desde el punto de vista escenográfico, la escena se presenta con una tela roja al foro y un mobiliario portátil. ¿Por qué deja que la fuerza de este espectáculo se apoye más en los símbolos y en las interpretaciones?
Siempre he buscado contar las verdades esenciales de los conflictos de los personajes o de las temáticas de las obras. Más que los espacios descritos en la obra. En el trabajo que he hecho con Bengoa Vázquez, la escenógrafa, que es maravilloso, buscábamos las verdades esenciales de Mariana Pineda y nos preguntábamos cuáles eran.
Nos imaginamos que Mariana vivía atrapada en dos cárceles, una externa, que es la sociedad, y una interna que es la pasión. Representamos la primera con las puertas que la van encajonando y arrinconando, porque así es como se sentía en la sociedad en la que vivía. Constantemente se refiere a ella como un lugar en el que no se siente segura, libre. De hecho, nunca aparece en un espacio abierto, siempre está encerrada.
Y luego hay una cárcel interior, que es la de su propio amor, la de sus propias emociones y esa pasión que siente y de la que no se puede librar. Y en este caso lo hemos representado con esas cintas rojas como si fueran su corazón.
La combinación de esas dos cárceles es lo que hemos intentado representar en la escenografía. Y eso nos lleva a la bandera que borda Mariana como símbolo de su propia convicción, su propio corazón, y su identidad, más que su bandera física. Porque además en la historia original Mariana no sabía bordar y mandó el encargo de hacer la bandera.
Mariana sale de su propia zona de confort para luchar por su libertad y enfrentarse a sus demonios. Cuando atraviesa las puertas y las cintas el personaje muere, es libre, y se produce el monólogo final.
¿Por qué hay que ver su versión de Mariana Pineda?
Hay que ver a Lorca siempre, y si es con Laia Marull con más motivo, porque son dos bestias del teatro juntas que no hay que perderse. Además, la obra apenas se ha representado y cuenta con una de las mejores actrices europeas y con una puesta en escena muy honesta; con el texto, con lo que cuenta y con el propio personaje. Hay una gran belleza en la escenografía y en las luces de Juan Gómez-Cornejo. Y luego está el elenco que acompaña a Laia y que logra hacer una pieza muy compacta. Es una propuesta sincera y muy bella.
Por otro lado, los actores son de todas las edades, tenemos gente veterana y otros que es su primera experiencia profesional, aunque la mayoría se mueve entre los treinta y los cuarenta años. No tienen sustitutos, porque en este tipo de obras se perdería la calidad del trabajo realizado. Creo que todos están en un estado de gracia, trabajando hacia el mismo sitio y los espectadores que vayan a ver la obra los van a disfrutar.
¿Cómo fue el trabajo con Laia Marull?
Un privilegio, por su talento y su técnica. Y además hay algo profundamente conmovedor en ella. A pesar de todo lo que sufre el personaje te transmite una esperanza que es vital y eso ¿cómo se hace? Yo no lo sé, pero ella sí. Es un prodigio de actriz y una trabajadora incansable. El teatro es el reino del intérprete, no hay montaje, todo está vivo.
¿Qué diría a los indecisos que no acuden al teatro a causa del coronavirus, a sabiendas de que son los lugares más seguros?
Suena a frase hecha pero los datos están ahí y los espectadores no han tenido ningún problema. Las compañías, los técnicos, los actores, el personal, todo el mundo está unido y somos muy conscientes de que esto no se podía tomar a broma, ni poner en riesgo la vida de nadie y tampoco la de nuestro gremio.
Había que dar el do de pecho porque estaba en riesgo nuestra forma de vida. El sector de las Artes Escénicas en España se ha mantenido abierto y ha desarrollado actividades con normalidad sin que existan brotes. Además, los que pertenecemos a esta industria hemos demostrado respeto y amor hacia nuestra profesión. Nuestro arte es el de la reunión y necesitamos que la gente esté sana para poder seguir llevándolo a término.
Desde este punto de vista, ¿en qué le ha perjudicado la pandemia?
De muchas maneras, desde luego el parón provocó un shock a todo el mundo. Tuvimos que parar la gira, aunque todos los integrantes de la compañía siguieron teniendo muy presente el trabajo durante el confinamiento. El problema que hay con la pandemia es que ninguna función es segura porque puede surgir un brote en la ciudad o un miembro del equipo puede enfermar.
Hasta el mismo día no sabes si la función se va a hacer y para los actores es difícil, sobre todo a nivel emocional. Los desplazamientos de fechas y la reducción del aforo afecta a nivel económico. La pandemia nos va a obligar a replantarnos nuestro concepto de sociedad, y siento que en algún momento me vendré abajo porque nos va a traer unas consecuencias emocionales que aun no sabemos. Estamos viviendo una guerra y no logro asumir en serio la situación. Espero que como ciudadanía seamos conscientes y responsables.
¿Qué ha aprendido Ud. mientras realizaba el montaje?
En todos los montajes se aprende mucho de uno mismo porque siempre hay cosas que pones de ti. A veces eres consciente, otras no. Esa idea que te comentaba sobre la traición se refleja en mis montajes.
¿Nos enamoramos de la persona o de la imagen que tenemos de ella? Cuando leía a Mariana Pineda tenía una situación personal en la que también me había sentido traicionado y me fue muy dolorosa de leer. Aprendes como artista. Y me siento un privilegiado porque he podido convertir los pedazos de algo roto en un proyecto sanador para mí y para los que lo ven. Además, he tenido muy bonitos compañeros de viaje.
Necesitamos una ley de enseñanzas artísticas, una ley del teatro, que se regule nuestro sector
¿Qué le parecen los actores jóvenes hoy día? ¿Hay talento?
Las nuevas generaciones van teniendo una formación mejor pero no quiere decir que tengan más oportunidades laborales. Porque al final, independientemente de las herramientas de formación que tengan a su alcance, su futuro sólo va a depender de ellos mismos.
¿En qué te quieres convertir? ¿Cuánto estás dispuesto a invertir? ¿Cuál es tu compromiso con la profesión? Se va dignificando la profesión pero creo que todavía necesitamos que la sociedad entienda las enseñanzas artísticas como un trabajo. Necesitamos una ley de enseñanzas artísticas, una ley del teatro, que se regule nuestro sector.
Los directores necesitamos un convenio, necesitamos que la gente sepa lo que hacemos. Yo no puedo registrar mi escenificación, no hay propiedad intelectual para los directores de escena. Por lo tanto es muy difícil vivir del sector y cuesta mucho sacar una producción adelante. Aún estamos muy lejos de que esta profesión tenga la consideración que tiene en otros países. Se ha aprobado el Estatuto del Artista pero sigue faltando una ley.
¿Cuáles son los referentes en los que se inspira su trabajo?
Cuando abordo una escenificación nunca miro nada, no busco estudios ni veo la película si la hay, no hago nada que pueda impregnarme. Pero esto no quiere decir que no tenga referentes, aunque no los busco para un espectáculo.
Lo que he tenido sin duda han sido varios maestros que resuenan en mi cabeza siempre que abordo un trabajo.
En la RESAD, donde logré cambiar mi forma de pensamiento respecto al teatro o descubrir cuál era, maestros como Juan Antonio Hormigón, Ignacio Amestoy, Ricardo Domenech y Juan Mayorga han sido mis referentes. También el trabajo de UR Teatro me marcó de muchas maneras y hay algo de eso en mis representaciones.
La obra Vida y muerte de Pier Paolo Pasolini, de K Producciones y dirigida por Roberto Cerdá, me abrió la mente en otros aspectos. O el trabajo que hizo la compañía de teatro Animalario de Andrés Lima y obras como El chico de la última fila de Juan Mayorga.
Juan Gómez-Cornejo me parece un poeta de la luz
Y luego hay gente con la que tengo la suerte de trabajar, y que para mí son referentes, como es Juan Gómez-Cornejo, el iluminador, que me acompaña en mis trabajos y yo le considero “uno de los grandes pintores del siglo XXI”.
Me parece un poeta de la luz y le considero un referente. Además quiero hacer mención al gran trabajo que hace Álvaro Renedo, encargado del espacio sonoro, que ha participado también en todas mis aventuras teatrales. Y luego, no sé si como referentes, pero los considero como hermanos, a Tito Asorey, Oscar Zafra y Nacho García. Me alegra mucho ver a los compañeros de dirección de nuestra edad- de unos 40- que van sacando la cabeza y pueden expresar quiénes son, quiénes somos.
¿Tiene proyectos a la vista?
Hemos funcionado tan bien las dos compañías, GG Producción escénica y Teatro del Nómada, haciendo Mariana Pineda, que ahora mismo estamos trabajando en un nuevo proyecto.
Vamos a hacer Los Santos Inocentes por primera vez en versión teatral. Tenemos la novela de Miguel Delibes y la versión cinematográfica de Mario Camus, pero no se ha hecho antes en teatro. Estrenaremos en abril de 2022 en el Teatro Calderón de Valladolid con Javier Gutiérrez de protagonista. La adaptación es de Fernando Marías y mía. Ya estamos con muchas ganas trabajando de lleno en el proyecto.