¡Mis queridos palomiteros! ‘Trigo Sucio’: Elegante propuesta teatral que dio paso al #MeToo. Desde el pasado 5 de mayo se representa en el Teatro Reina Victoria de Madrid -gestionado por don Jesús Cimarro-, Trigo Sucio, interesante propuesta social en formato de dramedia, escrita por el estadounidense de 73 años, David Mamet.
De la adaptación del texto y de la producción ejecutiva se ha encargado el joven autor sevillano de 47 años, Bernabé Rico, por cierto candidato al premio Goya a la mejor dirección novel por El Inconveniente en su pasada edición. Todo ello, controlado por la sabia batuta del guionista de cine cordobés y Premio Lope de Vega de Teatro en 2013 (Shakespeare nunca estuvo aquí), Juan Carlos Rubio. La producción corre a cargo de TALYCUAL, que colabora con La Alegría, Pentación, La Claqueta y Kubelik.
La pieza teatral se ambienta en la meca del cine. Allí, el jefe de un estudio cinematográfico, Fein Films, dedica su tiempo a seducir a artistas guapas, comprar a la prensa y hacer películas de nulo interés cultural. Para él tan sólo importa el sexo, el poder y el dinero. Hasta que una joven aspirante a actriz se resiste a ponerle precio a su carrera, lo que precipitará la caída del magnate hasta lo más hondo del escalafón social. Por fortuna, España es el primer país donde se exhibe Trigo Sucio, tras su estreno en Londres, donde John Malkovich asumió el papel principal.
‘Trigo Sucio’: Elegante propuesta teatral que dio paso al #MeToo
En el caso que nos ocupa, el actor Nancho Novo encarna con gran talento y virtuosismo al autosuficiente, amoral, influyente, prepotente y despreocupado magnate de cine, al estilo del más descarado y acomplejado por su estómago pronunciado, Harvey Weinstein.
Le secunda su abnegada secretaria, a quien da vida Eva Isanta, quien le coloca en el plano de la realidad y rebaja sus dosis de grandeza, a pesar de los desplantes del jefe. Le conoce y sabe cómo llevarle. A ambos sólo les mueve la ambición y el dinero, sexo incluido.
En tercer lugar nos encontramos con un joven escritor, entusiasta, inquieto por lanzar su guion de cine, encarnado por Fernando Ramallo, que siente en carne propia cómo su trabajo resulta despreciado.
Por último, nos encontramos con Candela Serrat, una joven promesa del cine, que no está dispuesta a ceder a los “encantos” del dueño del estudio a cambio de favores de chantaje sexual.
En sus 80 minutos, Bernabé Rico consigue sintetizar con acierto las esencias en torno a la corrupción del Hollywood más reciente -sobornos a medios de comunicación y empresarios, especialmente- en un claro ejemplo de demostrar cómo funciona aquella industria.
Por su parte, el libreto no deja cabos sueltos y tal vez su final y resolución pueden resultar algo abruptos. Ello no le quita todo el mérito que le ha supuesto concretar -sin repetirse- con elegancia y sin aspavientos esos duros momentos, precisamente a quienes han intentado abrirse camino por cuenta propia.
Se constata de nuevo el buen pulso de Juan Carlos Rubio en la dirección de actores
Por otro lado, la escena se presenta a modo de estudio de cine, bien decorada con carteles de cine, y algo triste por su concepción del color y los efectos de luz sobre ella. También el mobiliario -mesa de despacho, sofá y cuarto de baño- presenta un aspecto no muy cuidado que da la medida perfecta de una atmósfera sucia y ruin en caída libre.
Todo ello configura la puesta en escena y el espacio absoluto donde se desarrolla todo el espectáculo. No es necesario más. Incluso se podría decir que estamos asistiendo a un límpido espectáculo de cine dentro del cine. Además, se constata de nuevo el buen pulso de Juan Carlos Rubio en la dirección de actores, si bien es cierto que cada uno de ellos, en su personaje, resultan suficientemente convincentes. Por ello, la carga dramática tiene mucha fuerza, los diálogos son creíbles, así como su planificación y movimiento escénico, lo cual favorece que la obra goce de ritmo y de interés.
Nos hallamos, pues, frente a un muy recomendable espectáculo que pone negro sobre blanco la situación de la industria de cine americana. Otra vez funcionan, bien engrasadas, las tres patas de la mesa: dramaturgia, dirección y grandes intérpretes. No dejen de ir al teatro y no dejen de ver Trigo Sucio. El debate está servido.