¡Mis queridos palomiteros! ‘El beso’: Amor incondicional según Isabel Ordaz y Santiago Molero. Hasta el próximo 11 de julio puede disfrutarse en el Teatro Español (Sala Margarita Xirgu) El beso, una tragicomedia contemporánea que explora el destino, la enfermedad y el nacimiento del amor. En esencia, el relato versa sobre la historia de una mujer a la espera de unos resultados clínicos, por un lado, y un hombre en busca de inspiración, por otro, que por azar de la existencia se encuentran en plena naturaleza.
He quedado muy impresionado por las afinadas interpretaciones de los dos únicos actores del montaje, a saber, Isabel Ordaz y Santiago Molero, tan gigantes de la televisión como del teatro o el cine, que protagonizan por segunda vez este trabajo -estrenado en el mismo espacio en diciembre de 2020- a consecuencia de su éxito.
Por su parte, El beso es la adaptación teatral de la obra del actor holandés Ger Thijs (responsable de la pieza teatral De Grote Liefde), de cuya traducción se ha encargado su compatriota Ronald Brouwer, autor por cierto del espléndido poemario Cruel felicidad (editorial Hiperión), y que dirige la eficaz María Ruiz, quien ya había trabajado con Brouwer en la adaptación la exitosa Con el amor no se juega, de Alfred de Musset.
‘El beso’: Amor incondicional según Isabel Ordaz y Santiago Molero
En el caso que nos ocupa, el texto contiene suficientes aristas para generar conflictos que unen y separan a sus protagonistas como imanes, al menos al principio: o se entregan o se rechazan. Al tiempo se destapan sus temores y fragilidades más duras que abarcan todos los estados de ánimo del ser humano.
Son personas que han pasado la mediana edad, se necesitan, se complementan, y ese tiempo que ambos pasan juntos en el coqueto parque de los Países Bajos, donde el clima es frío -así lo expresa una escenografía frugal con un solitario banco y unos cuantos árboles-, es el marco en el que llevan a cabo su peculiar singladura. Allí se van recolocando las piezas de su mundo personal sin prisas. Es mejor conocerse despacio. Y el amor, como fuente inagotable de traspaso de sentimientos, siempre está en marcha.
Entre otras lindezas, María Ruiz pone énfasis en las segundas oportunidades con salidas esperanzadoras. Resultan, pues, reconfortantes, la riqueza del libreto -repleto de diálogos agilísimos y de gran ironía-, y el poderoso ejercicio de adaptación. No estamos ante un drama al uso, sino ante la oportunidad de reconocer nuestra identidad sin disimulos -en ese ir y venir por el sendero que les cita a cada rato- para que funcionen, como bien hacen, los sutiles gags que liberan al espectador de la asfixia argumental, sin que se vea afectado el ritmo ni el tempo dramático.
María Ruiz pone énfasis en las segundas oportunidades con salidas esperanzadoras
Gran trabajo, además, con el diseño de iluminación, a cargo de Felipe Ramos; el espacio escénico, por el que responde Elisa Sanz; el sonoro, gracias a Augusto Guzmán y el vestuario, diseñado por Sofía Nieto.
Sencilla, sensible y con gran personalidad, El beso es una muy buena propuesta teatral y muy recomendable, especialmente para el público adulto. De las pocas veces que se constata la autenticidad del amor. ¡No os la perdáis!