¡Mis queridos palomiteros! ‘Los dioses y Dios’: ‘El brujo’ sigue rompiendo los moldes del teatro. Asistir a cualquier representación con Rafael Álvarez al frente es siempre un revulsivo. Ahí están, entre su densa trayectoria, sus muy populares trabajos La Luz oscura y, sobre todo, Lazarillo de Tormes. El actor cordobés sigue funcionando como un potente todoterreno y, en consecuencia, siempre deja al respetable con la boca abierta. Y como ocurre en Los dioses y Dios, también con la mandíbula desencajada de tanto reír.
‘Los dioses y Dios’: ‘El brujo’ sigue rompiendo los moldes del teatro
‘El Brujo’ se reinventa cada vez más y mejor. Sus espectáculos son únicos y su genialidad tiene que ver con su arrolladora personalidad. Por no hablar de su tendencia innata hacia el humor, no exenta de bondad. Algo, por cierto, que sienta muy bien en los tiempos modernos.
Recientemente he tenido ocasión de asistir a la representación de Los dioses y Dios en el Teatro Bellas Artes de Madrid. Se trata de una producción del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida -gestionada por Pentación Espectáculos, a cuyo frente se encuentra don Jesús Cimarro– y la Compañía de Rafael Álvarez ‘El Brujo’, con la colaboración de la Junta de Andalucía.
‘El Brujo’ se reinventa cada vez más y mejor. Sus espectáculos son únicos y su genialidad tiene que ver con su arrolladora personalidad
En la función, el camaleónico actor –responsable de la versión, la interpretación y la dirección– vuelve a darnos otra lección de interpretación. Aún sigo muy asombrado por el derroche de sabiduría y conocimiento desplegado. En este sentido, Rafael Álvarez se comporta como un experimentado docente. Es capaz de impartir una masterclass de Historia de la Cultura Clásica, que bien se puede denominar El anfitrión de Plauto, que sin dotarla de solemnidad o sofisticación funciona como una maquina de relojería bien engrasada.
En sí, Los dioses y Dios toma como punto de partida la Grecia clásica. Y desde allí las ganas de poner en solfa que la cultura del mediterráneo hizo a sus dioses a su imagen y semejanza. Por su lado, los griegos eran más realistas y existía una relación entre los seres humanos y los divinos.
De esta manera, los griegos nos transportan a una época en que la relación con la madre tierra y el hombre era evidente, abierta y sin precedentes. La mitología, además, nos deja apreciar la magia de los griegos, el brillo de ese mundo diferente, más vivo y animado. Un único mundo con una única búsqueda de lo esencial. Todas las búsquedas, una búsqueda. Todos los dioses, Dios.
Fiesta en estado puro, a veces con ecos de la gran farsa de Los intereses creados, pero siempre bien de ritmo, bien de tempo… ¡Y qué dominio de la escena, don Rafael!
Un proceso emocionante que se disfruta con pasión, con gags y chistes bien traídos al estilo del mejor bufón, recogidos de la tradición popular. O dicho de otro modo: El lujazo de Los dioses y Dios está en el modo con que ‘El Brujo’ fusiona con gran sutileza amor, humor y cultura, en su amplia extensión y maneras, en el espacio vital del teatro. Fiesta en estado puro, a veces con ecos de la gran farsa de Los intereses creados, pero siempre bien de ritmo, bien de tempo… ¡Y qué dominio de la escena, don Rafael!
En este sentido, el escenario se presenta depurado de cualquier elemento escenográfico y el conjunto se apoya tan solo en la música en directo de Javier Alejano, que subraya con sensibilidad y virtuosismo las palabras del único protagonista.
El lujazo de Los dioses y Dios está en el modo con que ‘El Brujo’ fusiona con gran sutileza amor, humor y cultura, en su amplia extensión y maneras, en el espacio vital del teatro
Todo ello conduce a un revolcón de inteligencia y talento, donde la precitada cultura clásica se integra con las cuestiones más primarias del ser humano, a través de la desenfada dramatización de uno de los genios con más talento y pedigrí de los tiempos actuales sin que nada chirríe.
Entre otras cosas, porque el monologuista introduce con buen tino guiños en torno a algunas de las más representativas vicisitudes sociales de la actualidad, con nombres y apellidos, que dan forma y contexto a este atractivo tsunami con muy buen acabado, tan necesario, tan simpático, tan bien definido y de gran elegancia.
Estamos, sin duda alguna, ante el mejor momento de ‘El Brujo’, aunque tal vez desde el inicio de su andadura artística, el actor ya se encontraba en ese momento. O tal vez no era consciente de que estaba creando un género teatral nuevo, mucho más lejos del teatro del absurdo o de la comedia del arte que conoce a la perfección. Sinceramente, lo de Rafael Álvarez es de otra galaxia. Alucinante.