¡Mis queridos palomiteros! ‘Las guerras de nuestros antepasados’: Carmelo Gómez, lección de teatro.
Ovación unánime para Las guerras de nuestros antepasados con el aforo del Teatro Bellas Artes al completo. ¿Qué está pasando?
Todos sabemos que hay obras de teatro y obras de teatro. Los trabajos del vallisoletano Miguel Delibes -maestro en todos los géneros que cultivó- han dado a la escena un aire fresco, puro y renovado gracias a las rigurosas adaptaciones que se han hecho con sus novelas.
‘Las guerras de nuestros antepasados’: Carmelo Gómez, lección de teatro
Ahí tenemos, por ejemplo, a Cinco horas con Mario (1966) -que su actriz principal, Lola Herrera (de gira con Adictos)- ha representado ininterrumpidamente con un éxito arrollador desde 1979 a 2022, o a Señora de rojo sobre fondo gris (1991) con la que José Sacristán (que en 1989 encarnó a Pacífico Pérez) ha triunfado sobre los escenarios durante más de 2 temporadas.
Dos monólogos de altura y hondura dramática que los dos intérpretes precitados han realzado gracias al talento que les acredita. Las dos propuestas, por cierto, donde más se han presentado han tenido de escenario común al Teatro Bellas Artes.
Ahora, desde ese mismo espacio que dirige don Jesús Cimarro, responsable de Pentación Espectáculos y presidente de FAETEDA, se está colgando a diario el cartel de localidades agotadas. No es de extrañar, a tenor de la gratificante experiencia que se disfruta desde el interior del recinto, es decir, un duelo interpretativo de fábula entre otras virtudes que destapa esta vigorosa producción. Una producción, por cierto, gestionada a dos manos: Pentación y Secuencia 3.
El conflicto se ambienta en 1961, en el Sanatorio Penitenciario de Navafría. Pacífico Pérez (magistral Carmelo Gómez, ganador de dos premios Goya) enfermo de tuberculosis, está en prisión por haber cometido un asesinato y va a ser juzgado, y presuntamente condenado, por otro crimen a garrote vil.
El Dr. Burgueño (magistral Miguel Hermoso), que ha descubierto que se trata de un recluso de características muy específicas, hará un intento desesperado por salvarle. Todo quedará registrado durante las muchas horas de entrevistas que ambos mantuvieron en ese centro de reclusión especial.
Por su lado, la versión teatral de Las guerras de nuestros antepasados -cuya novela Delibes escribió en 1975- tiene esa habilidad de poner los pelos de punta. Emociona y conmueve a raudales, y deja al descubierto el talento de sus únicos dos actores de amplia trayectoria: el leonés Carmelo Gómez y el madrileño Miguel Hermoso, que han trabajado un precioso texto que ha adaptado el experimentado en el oficio Eduardo Galán (El caballero de Olmedo, Los pazos de Ulloa).
La guinda al pastel es asunto del bonaerense Claudio Tolcachir (La mentira), que de nuevo ha sacado a relucir su pericia en la dirección escénica. Se puede comprobar, por ejemplo, con la creación de volúmenes, con el sutil uso de la luz para proyectar al foro algunas sombras por donde circula la historia de este gran drama, que como otras historias antibelicistas (Siete segundos), vuelve a reconocer lo absurdo de las guerras, el sinsentido de tantas familias y amores rotos. O dicho de otro modo: un necesario alegato contra la violencia.
La versión teatral de Las guerras de nuestros antepasados -cuya novela Delibes escribió en 1975- tiene esa habilidad de poner los pelos de punta. Emociona y conmueve a raudales
Por otro lado, la puesta en escena de Tolcachir es sobria y más que suficiente. Se desarrolla en un espacio único, casi en formato de cuadrilátero, y como elemento de atrezzo principal un común magnetofón. No en vano su color de tono wengué no tiene nada que ver con ningún otro de los colores presentados en el montaje. También hay que subrayar su afinadísima y elegante dirección de actores. Tan bien llevada, tan bien coreografiada, facilita que la intensidad del relato presuma y exhiba buen ritmo y un muy delicado tempo dramático.
Más allá del conflicto narrativo, también detrás tenemos a un inmenso espectáculo teatral, una ocasión única de disfrutar a lo grande junto a los mejores en su oficio.
Os voy a hacer una confesión: tras la función reabrí esta novela de Delibes. Ese amor por querer reconocer de nuevo la literatura está solo en quienes son capaces de mostrarte a todas horas los rostros de la belleza. Muchas gracias por tanto.