¡Mis queridos palomiteros! ‘Valor, agravio y mujer’: Excelentes Juana Escabias y Beatriz Argüello. Sin ninguna duda el Siglo de Oro está cada vez más vivo que nunca. No en vano hace pocos meses se ha representado con gran éxito en Madrid La vida es sueño, dirigida por Declan Donnelan y que ha contado con el reconocido Pedro Víllora como asesor de dramaturgia.
Además existen dos escenarios de referencia, entre otros, a los que poder asistir y disfrutar de todas las maravillas que exhibe el teatro de esa época. Me refiero al Teatro Corral Cervantes o al Corral de comedias de Almagro.
‘Valor, agravio y mujer’: Excelentes Juana Escabias y Beatriz Argüello
Así las cosas, cuatro siglos después la gloria que se disfrutó en aquellos años puede saborearse ahora también en el Teatro de la Comedia de Madrid, sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), donde en estos momentos -imagino que durante mucho tiempo en la memoria del espectador- se exhibe Valor, agravio y mujer.
Se trata de un bellísimo texto de la dramaturga granadina Ana Caro de Mallén (1601) -hija adoptada por Gabriel Caro de Mallén y Ana María de las Torres– que 24 años después de su nacimiento se instala en Sevilla donde inició su carrera literaria y residió el resto de su vida.
Y a pesar de haber gozado de fama unánime y de tratarse de una de las mejores dramaturgas del Siglo de Oro, tras su muerte en 1646 a consecuencia de la peste, su nombre y su trayectoria artística cayeron en el olvido. Ser mujer y haber demostrado tener la misma talla intelectual que Calderón de la Barca o Tirso de Molina era lo mismo que un castigo. Pero aquí queda Valor, agravio y mujer, tal vez su mejor legado, es el primer montaje que llega a los escenarios, posee un marcado tono feminista y el trabajo de Caro de Mallén supuso un revulsivo para su época que funciona a la perfección en el siglo XXI.
Basten estas primeras líneas para poner al espectador en el contexto histórico a muy grandes rasgos de tal trabajo, pero, sobre todo, hay que poner el acento en la acreditada Juana Escabias, autora de la versión y experta dramaturga del Siglo de Oro, que con gran tesón y a través de un hondo trabajo de investigación, ha devuelto al presente la fama de Caro de Mallén y ha restaurado su prestigio con un excelente texto en formato de comedia. Además, la editorial Cátedra con gran tino ha publicado en su exquisita edición de Letras Hispánicas el teatro completo de esta autora, que incluye otros tres textos teatrales (El conde Partinuplés, Loa sacramental y Coloquio entre dos) por lo que, naturalmente, recomiendo su lectura.
Bellísimo texto de la dramaturga granadina Ana Caro de Mallén (1601) -hija adoptada por Gabriel Caro de Mallén y Ana María de las Torres- que 24 años después de su nacimiento se instala en Sevilla donde inició su carrera literaria y residió el resto de su vida
Por su lado, la pieza teatral Valor, agravio y mujer presenta un mundo donde la herencia del patriarcado comienza a tambalearse, donde la mujer, aun viviendo en él, es capaz de vislumbrar nuevas maneras y nuevos horizontes. Doña Leonor todavía se debe transmutar en Leonardo para conseguir su objetivo, pero es precisamente en este hecho donde encuentra la libertad del juego como motor de la acción dramática. La mujer/hombre vive en el riesgo, en el borde del acantilado, en la frontera de su propia consciencia. En secreto. Sin ser vista.
De esta manera, Doña Leonor viaja a Flandes para saldar una deuda con Don Juan con la muerte o con el amor. Ella sabe que las deudas adquiridas perduran en el alma como cicatrices imborrables y no está dispuesta a que cristalicen (sabe además que todos somos responsables de lo que hacemos, pero también de lo que no hacemos). Y allí encuentra a Don Juan, esclavo de su propio mito y ejerciéndolo como es debido con otra mujer. Es entonces cuando nuestra heroína modifica el sufrimiento en juego, el dolor en ingenio y el bloqueo en velocidad.
La maquinaria de sus enredos se pone en marcha dinamitando de a poco el ego de su enemigo amado. Doña Leonor, en la acción de desdoblarse en Leonardo, aprenderá a amarse a sí misma y transformará la “mancha” de la deshonra femenina en virtud, liberándola de las ataduras de la vieja tradición patriarcal. Así pues, ya no le hará falta matar al que la agravió porque ha aprendido que la virtud y la dignidad no necesitan ser restauradas por el otro, sino por uno mismo.
Así las cosas, y acudiendo de lleno a este impoluto trabajo en verso -que ha contado con el asesoramiento del solvente actor Ernesto Arias– de casi dos horas de duración, ha de reconocerse el gran trabajo en la dirección de escena y en la dirección de actores, llevado a feliz término por otra mujer, la actriz Beatriz Argüello, que ha sabido recoger las esencias de Caro de Mallén con gran precisión y rigor, de modo que quedan perfectamente dibujadas y delimitadas las acciones de sus protagonistas, donde los actores que les dan autonomía realizan un esforzado, maravilloso y muy cuidado trabajo interpretativo -atención a las escenas de lucha con floretes, que ha contado con el refuerzo del olímpico en la materia, Jesús Esperanza– como les permita cualquier don.
Quiero hacer hincapié en este asunto doble. Por un lado, los combatientes con florete en mano realizan un trabajo muy emocionante, apasionado, muy vistoso y espectacular. A menudo, cuando el teatro ha tenido que encarnar escenas así han resultado muy tibias y, sobre todo, muy cortas. Sin embargo aquí, como en los importantes trabajos de protagonistas con capa y espada, se toman su tiempo y, como digo, los actores que interpretan esos grandes momentos consiguen brillar por completo y son un buen ejemplo de cómo hacer real y creíble cuadros de tal complejidad.
Por otro lado, Beatriz Argüello ha tenido que afinar mucho en la elección del elenco y, en efecto, no se ha equivocado, a pesar de la gran cantera de actores que podrían hacer estos papeles.
De esta manera, Lucía Barrado da vida a Estela, una vibrante condesa; Ignacio Jiménez se desdobla en Ludovico (príncipe Pinoy) y el bandorelo Tibaldo y muestra su lado más simpático; Natalia Llorente se pone en la piel de Lisarda, que es la prima de Estela; la televisiva Julia Piera (¿os acordáis de la serie Cuéntame y de la peluquera tranx Angie?). Pues es ella. Encarna a Doña Leonor de Ribera y nos hemos quedado prendados de ella por la dificultad de su personaje y de lo bien resuelto que ha quedado.
Luis Moreno es Ribete (criado de Leonor) y Rufino (bandolero). Pablo Gómez-Pando se ha responsabilizado de don Juan de Córdoba y tiene muy buena química con la magnética y carismática Julia Piera. Jesús Hierónides es Tomillo, otro gran criado; Paco Pozo es don Fernando de Ribera y también el bandolero Astolfo, y Sol Vicente, soprano, realiza una muy buena interpretación musical con la viola durante todo el espectáculo, al tiempo que se mete en las costuras de la criada Flora. Todos dicen el verso con personalidad, todos saben hacer comedia y revertirla a drama. Todos recrean escenas de gran belleza de principio a fin.
A todo ello contribuye, además de la poderosa dramaturgia de Escabias, el clasicismo de la puesta en escena -sobria pero eficaz- (Carolina González) que sabe combinar bien la atmósfera barroca (pintura flamenca) con la rigidez y el hermetismo de otros elementos en la escena donde se aprecia el elegante uso de la geometría y las líneas rectas, reconocibles tanto a través del espacio escénico como del mobiliario practicable, que facilita el buen ritmo del que goza la obra.
Del mismo modo, llama gratísimamente la atención el meticuloso trabajo con el vestuario (Rosa García Andújar), así como la destacada labor con el espacio sonoro (Luis Miguel Cobo), el diseño de luces (Paloma Parra) o el movimiento escénico (Pau Aran).
Nos hallamos, pues, ante un inmejorable espectáculo, donde el talento de Juana Escabias, de Beatriz Argüello y de un elenco en estado de gracia convierten a Valor, agravio y mujer en uno de los trabajos más vibrantes, con más enjundia argumental y espectaculares de la escena española, que no se aprecian en el teatro desde hace lustros. ¡Maravilla!