¡Mis queridos palomiteros! ‘El silencio en bodas de sangre’: Tibia reinterpretación oriental lorquiana. Mañana concluyen las actuaciones de esta polifórmica revisión de la pieza lorquiana Bodas de sangre -que por fortuna pude representar en 1998- que se escenifica en la Sala Margarita Xirgu del Teatro Español y de cuyos espectáculos hemos informado recientemente. Como se sabe, para escribir la tragedia don Federico García Lorca -el año pasado celebramos el 125 aniversario de su nacimiento- se inspiró en un hecho real -crimen familiar-, cuya noticia se había publicado en el diario ABC.
‘El silencio en bodas de sangre’: Tibia reinterpretación oriental lorquiana
Partamos de la base de que se trata de la primera producción en español de VertebrART (compañía teatral fundada en 2016 en Shangái), y, al tiempo, es también la primera reinterpretación de esta pieza emblemática de la trilogía sobre la mujer -junto a Yerma y La casa de Bernarda Alba– enfocada desde una perspectiva oriental, que, a su vez, quiere ser un conmovedor abrazo entre las culturas de Oriente y Occidente en el contexto global y teatral contemporáneo. De la idea original y la dirección artística responde la autora china Qianpeng Li.
Desde lo externo, la propuesta de marras a cargo del japonés Hiroshi Koike -responsable de la versión y dirección- se presenta muy colorida, con un predominio del rojo que casi ocupa la totalidad del espacio escénico, trufada de elementos esenciales constitutivos del drama en su puesta en escena. El color del vestuario de los actores va del blanco puro, pasa por el blanco perla, el marrón tabaco y el negro. Buena y muy propia degradación cromática de la que se ha encargado el maestro chino Tong Zhao. El mobiliario se reduce a unos taburetes. Por cierto, la ambientación y la depurada escenografía es asunto de la artista china Hua Tan. Y la iluminación del español Juanjo Llorens -autor de Los chicos del coro– es maravillosa.
Por su lado, la ejecución de todas las acciones de El silencio en bodas de sangre se desarrolla con música en directo a cargo de Manuel De León -guitarrista a pie de escenario, a la derecha del espectador- y con la ayuda de cuatro personajes (La novia y Leonardo -los amantes-, la mujer de Leonardo y la madre del novio). Los cuatro bailan flamenco con sentimiento y pasión, si bien es cierto que el montaje quiere poner en valor la trascendencia de las modalidades escénicas convencionales y, en ese sentido, deja al descubierto momentos esenciales del drama al limitar el número de personajes.
Ellos mismos, los actores -que por cierto se manejan con soltura y credibilidad, a saber, Lorena Martínez, Aurora Sevilla, Sofía Monreal y Tete Martínez– son también los autores de la coreografía, miman las escenas más representativas de la aventura y, para ello, desarrollan sus movimientos en forma de cámara lenta. Un ejercicio de plástica escénica visualmente muy hermoso y que funciona.
Por otro lado, al espectáculo se le echa en falta una narración más solemne que incluya diálogos concretos, ciertos y correlativos en el tiempo que le otorguen el significado que necesita la obra y que no consigue hallar del todo. En sí, la tragedia lorquiana se siente almibarada. Y, a veces, ausente.
Es decir, de modo independiente cada una de las partes que despliega el espectáculo funciona -cuenta con momentos elevados, de gran expresión corporal, muy bien coreografiados e interpretados-, pero los intentos de encontrar puntos de conexión en relación con la sucesión de los símbolos al uso que asume esta tragedia no terminan de encontrar suficiente encaje. Eso no quiere decir que la pieza no goce de coherencia argumental. Sin embargo, lo anterior hace que el ritmo se resienta y el montaje pierda fuelle.
Todo ello no quiere decir que la obra no llegue al espectador, quiere decir que lo convence solo a medias. Tal vez porque la cadencia del lenguaje oriental no ha encontrado su denominador común en este espectáculo español de 90 minutos. O porque tal vez Lorca requiera un quejido mucho más desgarrador, algo más al estilo de las aflamencadas Bodas de sangre de Carlos Saura.