¡Mis queridos palomiteros! ‘Tío Vania’: Maravillosa mirada de lo que fue y también pudo ser.
‘Tío Vania’: Maravillosa mirada de lo que fue y también pudo ser
Hasta el próximo 28 de enero la sala Guirau del prestigioso Teatro Fernán Gómez de Madrid se está representando el drama Tío Vania, la obra de mayor reconocimiento del autor ruso Antón Chéjov -cuya popularidad se debe a tres obras bastante bien consideradas por el público y la crítica especializada, a saber, Tres hermanas, La gaviota y El jardín de los cerezos-, que tanto ha dado a la literatura y al cine.
Aquí podéis escuchar unas declaraciones en exclusiva de Luis Flor, el actor que da vía a Tío Vania
En el caso que nos ocupa, el montaje lo ha puesto en pie Juan Pastor -podríamos decir sin temor a equivocarnos que es un especialista en los trabajos de Chéjov, a tenor de los espectáculos sobre el autor o versionados del autor como El juego de Yalta, Tres años, Tres hermanas o En torno a la gaviota de Chéjov-, que ha ejecutado la compañía madrileña Guindalera que cuenta con un elenco de gran nivel.
En la versión de la que damos cuenta, y de la que es responsable también Juan Pastor, los personajes narran lo que sucedió años atrás en la hacienda en la que vivían y trabajaban duramente Vania y su sobrina Sonia. Junto a ellos vivía la madre de Vania, María; y también recibían de vez en cuando la visita de Astrov, un médico de quien Sonia estaba enamorada.
La hacienda la había aportado al matrimonio con Serebriakov su primera mujer, madre de Sonia y hermana de Vania, y ya fallecida; por tanto, la propiedad pertenecía a Sonia, pero era administrada por Serebriakov, a quien cada mes Vania y Sonia enviaban las rentas. Serebriakov un día decide pasar unos días en la hacienda con una propuesta que hacer a sus habitantes. Lleva consigo a su segunda esposa, la hermosa Elena, de la que tanto Vania como Astrov están enamorados. Pero la llegada del matrimonio a la hacienda va a desestabilizar la rutina diaria de los que allí viven.
Tal vez, lo más representativo de este Tío Vania sea su propuesta de flashback -muy afinados los monólogos de los personajes que narran al espectador sus inquietudes vitales a modo de digresión escénica- y ubicar la acción en un espacio cósmico que ambienta la escena durante toda la representación.
Todo ello, revestido puntualmente de un tono de comedia -no desnaturaliza la esencia del drama ni su historia, es decir, la miseria moral y el deterioro familiar-, que a pesar de la supresión de algunos personajes funciona holgadamente, y en realidad no está nada lejos de los planteamientos que hoy día también se dan en el teatro, por ejemplo, con historias que merecen ser contadas como Empecemos por que no estás y que, por tanto, su actualidad es absoluta.
Además, alegra comprobar el respeto que Pastor siente por la pieza, por dotarla de una mirada nueva, por apostar por el lado mejor de las cosas, incluso por darle una oportunidad al trágico destino, aunque ya esté trazado. Todas estas buenas ideas son fruto de una arquitectura dramática bien cosida que se sigue con interés.
Por otro lado, desde el punto de vista de la puesta en escena, Pastor ha apostado por la sencillez estética y el clasicismo en el sobrio y elegante mobiliario que se ve acentuado por el eficaz uso de la luz (Raúl Alonso), el excelente diseño de vestuario (Teresa Valentín-Gamazo) y los sentidos subrayados musicales (Marisa Moro y Pedro Ojesto).
Y todo ello queda coronado por un brillante plantel de actores -acierto en el casting- donde Juan Pastor -buen director de actores- sabe cuál es el sitio de cada uno y qué idea quiere que transmitan los subtextos de sus personajes. Y, lo más importante, la química que se da entre todos los actores, que están y sienten la atmósfera en la que están insertos. Luis Flor, que da vida a Tío Vania, está especialmente brillante. Completan el reparto los siempre solventes Alejandro Tous, María Pastor, Gemma Pina, Aurora Herrero y José Maya.