¡Mis queridos palomiteros! Haz: Otra mirada a la vida desde el escenario según José Carlos Plaza. Mañana, 9 de mayo, Alianza Editorial -de la que hemos informado recientemente– lanza las maravillosas memorias de José Carlos Plaza -dentro de su colección Alianza Voces-, que ha contado con la afortunada colaboración de la escritora y periodista Rocío Westendorp. 272 páginas que son un dechado de virtudes.
En la carrera de José Carlos Plaza -en junio del año pasado estrenó en el Teatro Español El sueño de la razón-, el director de escena más prestigioso de su generación, hacer ha sido la clave. Hacer teatro desde los siete años, cuando sintió por primera vez el vértigo de salir al escenario, la sensación de no pisar el suelo.
Hacer grupo con sus compañeros en la pionera escuela de William Layton, donde se matriculó a espaldas de su familia. Luego en la militancia política, luego como director y profesor, siempre como parte de una comunidad, con lo común como guía. Su amor a la profesión y, sobre todo, su profundo sentido de la solidaridad vertebran este libro.
No faltan anécdotas entre bambalinas, con Shelley Winters y sus dónuts con café, con Concha Velasco sepultada en arena y con la profesionalidad de Ana Belén. Con los guerrilleros de Cristo Rey en los talones y una fuente de espaguetis cayendo desde un undécimo piso, Haz es también la crónica de una época y un retrato coral del mundo artístico español en las últimas décadas, que se ha podido desarrollar con la impagable ayuda de la mencionada autora Rocío Westendorp.
Haz: Otra mirada a la vida desde el escenario según José Carlos Plaza
En estas inspiradoras memorias -cuya edición está ilustrada con 70 fotografías originales, muchas de ellas inéditas-, José Carlos Plaza vuelca todo lo vivido en esta profesión que le apasiona desde aquella mañana de 1960 que le cambió la vida. Por aquel entonces era un joven estudiante de Derecho —más por contentar a sus padres que por vocación— que nada más llegar a la Universidad había coqueteado con el teatro en un montaje del Teatro Español Universitario que resultó algo desastroso. El azar quiso que descubriera el anuncio del Teatro Estudio de Madrid:
“A lo que íbamos: con una cartera repleta de libros recién comprados sobre derecho romano, penal, canónico o administrativo, pisé la facultad y lo primero que hice, tras una clase de derecho penal, fue preguntar dónde estaba el TEU (teatro universitario). Conocí a mi primer director, Luis Montes, y conseguí —tampoco eran muchos y hasta creo que les vino bien— un pequeño papel (Joven sirio) en Salomé, de Oscar Wilde. Mi primera frase, “Qué hermosa está esta noche la princesa Salomé”, aún resuena en mí con bastante cariño. Mi debut, una función en un colegio mayor en la calle Cea Bermúdez, fue triste, con poca gente y ninguna posibilidad de continuidad.
[…]
Y de pronto —¿cuestión de azar?—, una oferta de alquiler de habitación compartida en el tablón de anuncios de la facultad se cayó y debajo había un papelito escrito a mano: «TEM (Teatro Estudio de Madrid), escuela de interpretación, calle San Marcos, 42». Estaba detrás de la plaza del Rey, donde se encontraba el Circo Price y hoy el Ministerio de Cultura. Saltándome las clases una vez más, fui. Ignoraba que esa decisión iba a cambiar mi vida para siempre. Todavía siento una especie de vértigo pensando qué habría sido mi vida si aquel anuncio no se hubiera caído. (página 20)”.
“Mi vida y el teatro no se pueden separar”
Desde esa mañana, José Carlos Plaza ha dedicado su vida a un oficio que le apasiona, en el que se ha volcado y que ha logrado renovar con una trayectoria profesional deslumbrante.
Estas memorias, escritas con el corazón y con una enorme generosidad que le empuja a recordar a todos quienes le hicieron la vida mejor, repasan todos los acontecimientos significativos en la carrera del director: el apuntado primer acercamiento al Teatro Estudio, sus primeras clases y actuaciones, su dilema entre actuar y dirigir, su implicación política, los problemas con la censura que afectaban a los montajes, las distintas escuelas y compañías por las que pasó, la llegada de la democracia, el reto de dirigir el Centro Dramático Nacional…
Pero no sólo se ciñen al teatro y a su experiencia profesional en él. En estas páginas también están su estancia en Nueva York tras ganar una de las prestigiosas becas Fulbright, su formidable trabajo en el mundo de la ópera, su pasión por enseñar y por mejorar la profesión… Y todo ello, con el retrato preciso y certero del último tercio del siglo XX como telón de fondo.
En Haz, Plaza entrelaza sus recuerdos personales y familiares con una trayectoria profesional brillante. Leer sus vivencias es recorrer la historia del teatro, pero no sólo la más conocida, sino que también descubrimos la más íntima, la que está oculta a nuestros ojos: accedemos a muchos de los detalles que no se pueden aprender en los libros o en los periódicos y que nos muestran el lado más personal de un arte que ha crecido de su mano.
Por último, Haz es también una carta de agradecimiento a todas las personas importantes de su vida, un reconocimiento de la bondad, un canto de amor a la amistad.