‘Malditos Tacones’: Magüi Mira pone rostro y luz al poder
Blog: Palomitas de Maíz

Magüi Mira dirige ‘Malditos Tacones’, tremendo duelo de titanas en el Teatro Bellas Artes, coprotagonizado por Olivia Molina y Luisa Martín

¡Mis queridos palomiteros! ‘Malditos Tacones’: Magüi Mira pone rostro y luz al poder.

Arranca la temporada de Pentación Espectáculos -empresa dirigida por don Jesús Cimarro– con la puesta en escena de Malditos Tacones en el Teatro Bellas Artes, donde permanecerá hasta el 20 de octubre.

No es frecuente que temas espinosos, pero con enjundia y miga, lleguen a la cartelera. O si llegan, no queden a menudo transformados en algo que no era la vocación natural para la que que se escribieron. No es frecuente, tampoco, que la búsqueda de la identidad, en su sentido más extenso, salga a relucir. Es un asunto delicado que el cine ha sabido explotar con la mejor de sus intenciones, aunque a veces con resultados poco satisfactorios.

‘Malditos Tacones’: Magüi Mira pone rostro y luz al poder

Sin embargo, tal idea en el teatro apenas había encontrado pronunciamiento. Por eso, Malditos Tacones, el límpido libreto de Ignacio Amestoy que versiona y dirige Magüi Mira y coprotagonizan Olivia Molina y Luisa Martín, me parece una propuesta arriesgada, pero bien resuelta desde todos los ángulos. Máxime si sus dos personajes principales son mujeres, más aún si son madre e hija.

Por su lado, el texto de Amestoy -dentro de su cuidado teatro para mujeres- es una delicia de filigrana, puro, duro, que no solo se adentra en el concepto de identidad, sino que además incide e indaga en el conocimiento de un yo más profundo que, entre otros temas, además da paso a lo que de por sí tiene la ambición y la codicia, y la soledad o la incertidumbre. Un buen número de capas -bien estructuradas- progresivamente irá deshojando con tiento el montaje.

Así las cosas, Malditos Tacones narra la peripecia, la desventura, el gran drama, tenso y directo, de María García (Olivia Molina) y Victoria Burton (Luisa Martín). Son dos mujeres poderosas. Resistentes frente a la adversidad. Buscan la verdad y encuentran la gran mentira.

Dos supervivientes de hoy, forzadas a compartir oxígeno para recuperar una dignidad perdida. A sus tempranos treinta y tantos años, María es una abogada hecha a sí misma de un bufete de relieve. Victoria, por su parte, es la matriarca de los Burton y la gran empresa donde trabaja funciona viento en popa.

Sin ninguna duda, un libreto de este cariz requería de una dirección especial. Tenía que ser solvente, resolutiva, con experiencia suficiente para manejar con soltura un drama tan doloroso.

Y nadie mejor para afrontar el envite que Magüi Mira, una de las mejores directoras con que cuenta la escena española, que ya nos ha) sorprendido a todos felizmente con trabajos como Adictos, Salomé, Las Amazonas o Penélope (en estos tres últimos montajes también ha ejercido de dramaturga) y que conoce muy bien el trabajo sobre la escena en su faceta de actriz, con resultados excelentes (Magüi Mira Molly Bloom). Porque siempre sabe colocar la guinda al pastel con esa mirada tan especial e interesante que tiene al enfocarse en lo importante.

Malditos Tacones se desarrolla íntegramente en el salón de la casa de la acaudalada Victoria Burton, adonde llega María García. Es un espacio sobrio, con tan solo un velador, una butaca y unas bebidas al centro de la plataforma giratoria que las mueve y revuelve por fuera y por dentro.

Cuando se miran, se desafían, beben, celebran, lloran. Y lo hacen con pasión, con ímpetu. Sus afilados diálogos no tienen desperdicio y resuenan a gran vendaval; si es necesario afloran los clásicos griegos como Agamenón o Electra de camino al cénit. Ya se sabe que quien tuvo, retuvo. Los intereses de ambas son opuestos, pero la tragedia común las coloca en el mismo lugar, donde la miseria y la soledad se encuentran. Pero cuando se quitan las tacones, se vuelven vulnerables.

Y son ellas, Olivia Molina y Luisa Martín -con el apoyo de una excelente Magüi Mira en la dirección de actrices- las que despliegan toda su artillería en este espléndido combate dialéctico donde demuestran su impecable y esforzado trabajo actoral -muy interesante ejercicio de catarsis recíproco bien afinado e interpretado- en el que nadie gana o todos pierden.

Reflexivo espectáculo para ver más de una vez. Muy recomendable.