Polígono de Agrela. Entre la Ronda de Outeiro y las avenidas de Arteixo y Fisterra. Casi 140 hectáreas. 15008. Pateamos por el mayor parque empresarial de Galicia.
¿Cómo que Agrela?
Estamos en Agrela. Así, como suena, todo junto. Ni La Grela, ni da Grela. La explicación es muy sencilla. Agrela, en gallego, es diminutivo de Agra, una gran extensión para cultivo dividida en parcelas. Y exactamente eso es lo que era esta zona antes de su transformación. El polígono empezó a nacer como tal en 1963 como respuesta a la necesidad de implantación de nuevas industrias. Estarían fuera del casco urbano pero, a la vez, dentro de la ciudad.
Agrela era la solución idónea: tenía buenas comunicaciones, conexión eléctrica, agua y alcantarillado Estaba orientado, decían, “a espaldas de la ciudad”, lo que hacía más fácil que las emisiones de las factorías fuesen a Meicende y no a Monte Alto. Cuando se planteó la primera fase de aquel polígono La Grela-Bens algunas empresas ya estaban allí, como aquella Genosa, que, hoy con el nombre de Showa Denko Carbón, fabrica electrodos de grafito. O Aluminios de Galicia, el germen de la que, hasta anteayer, era Alcoa.
Un planeta industrial y comercial con nombres de inventores
El Parque empresarial de Agrela es el más antiguo de Galicia y, hasta la fecha, el de mayor ocupación. Más de 20.000 trabajadores orbitan diariamente alrededor de este pequeño planeta industrial y comercial. Uno de los polos de la economía de la comunidad gracias a medio millar de empresas de todo tipo. De aquí salen las cervezas de Estrella Galicia, se suministra Internet a los clientes de R o se surte de fruta a los establecimientos de toda la ciudad. Las calles de Agrela están dedicadas a nombres de científicos e inventores. Gutenberg, Newton, Gambrinus o Isaac Peral acompañan a otros empresarios destacados.
Está José María Rivera Corral, el padre de los Hijos de Rivera, o Eduardo Diz, un empresario que trabajó mucho más allá de la edad a la que tenía que haberse jubilado. Su busto en la glorieta de entrada al polígono lo pidieron y pagaron sus empleados y, de vez en cuando, todavía se ven flores en la base. Diz fue presidente de la Asociación de Empresarios de Agrela durante una década. La actual presidenta, Ana López, hablaba en COPE Coruña sobre la salud y los retos del polígono:
De una hamburguesa a un entierro
El polígono de Agrela tiene dos hoteles, cinco gasolineras y dos tanatorios. Podemos comprar y reparar un coche o elegir entre un Happy Meal o un Whopper. Se puede venir a hacer la compra del mes o también a buscar empleo en una escondida iglesia. El centro de Aclad suministra metadona al que intenta cambiar de vida y en una nave de Emalcsa se proporciona alimentos a decenas de las entidades sociales de la ciudad. Los bomberos salen casi diariamente de este punto para atender pequeñas emergencias desde un parque en el que falta aquella estructura de tres plantas que utilizaban para entrenar y que, como las casas de verdad, acabó por tirarse por riesgo de derrumbe.
El polígono tiene también sus vacíos, como el abandonado Parque de Automóviles de Defensa o el edificio del Dolce Vita. El primer centro comercial de nueva hornada que no pudo resistir la crisis ni la llegada de la competencia directa al otro lado de la carretera.
Calles de colores y poco sitio para aparcar
Agrela pintó hace unos años sus calles de colores para ayudar a que el visitante no se pierda. Así, Copérnico es la de las farolas rosas. Severo Ochoa tiene un toque azul y Galileo Galilei es la calle verde. Lo que no hay quien pinte de blanco es el aparcamiento. Aunque las conexiones han mejorado con la Tercera Ronda, dejar el coche es una de las tareas más complicadas para el que trabaja aquí. El único bus que atraviesa el polígono es el 11, con sus vehículos articulados que se quedan pequeños cuando hay rebajas en el Marineda City. Agrela, por lo demás, no es el mejor sitio para pasear, aunque poco a poco va intentando mejorar para parecerse a un barrio de A Coruña. En breve, tendrá hasta carril bici, que desembocará en la pasarela en curva sobre Baños de Arteixo.
Con esta nueva conexión no solo se evitará aquellos riesgos de los que escalaban la mediana y cruzaban cuatro carriles, sino que el polígono gana un nuevo símbolo. Su iluminación nocturna quizá no nos haga competir con las luces navideñas de Vigo, pero a buen seguro que en la ciudad olívica miran con envidia la buena salud con la que palpita el corazón empresarial del noroeste español.