No soy periodista. Que quede claro; aunque sí hago periodismo, que no es lo mismo, igual que dicen los que son honesto, que haberlos haylos, que cocinan pero recalcando que no son cocineros. Lo cual les honra. Lo que si soy, y presumo de ello, es cocinero –categoría y nivel profesional aparte– y así lo subrayo siempre que puedo, como estoy haciendo ahora, en todas mis intervenciones.
Aunque durante muchos años he escrito cientos de artículos, libros, hago televisión (ahora esporádicamente), radio e incluso internet, siempre, salvo excepciones, con la gastronomía como fondo, por respeto a esa digna profesión de comunicador, que tanto admiro, y principalmente a esos jóvenes que han dedicado una parte importante de sus vidas a instruirse académicamente durante varios años en una facultad, no puedo ni quiero que se me considere nunca periodista. Pero, en ese sentido, lamentablemente no todo el mundo piensa como yo. Porque como se puede comprobar fácilmente tan solo viendo algunas tertulias televisivas, escuchando algunos programas radiofónicos, leyendo determinadas publicaciones o navegando por internet, los hay con la cara más dura que la dama de Elche; porque, sin serlo, lo presentan como periodistas y ellos tan pancho, nunca contradicen o se lo aclaran a su presentador.
Y lo peor es que una buena parte –que no todos, que también es cierto, porque algunos aunque no sean periodistas, si son grandes intelectuales – de esos pseudoperiodistas, que, por cierto, entienden de todo, no saben escribir –y no precisamente de forma ortográfica que para eso siempre están los correctores–, con lo cual no hacen sino, aparte de dañar seriamente al sector periodístico y confundir a la opinión pública, perjudicar a nuestra rica lengua, con su intrusismo.
Ahora bien, por esa misma regla de tres, a cerca del respeto que le tengo a esa magna profesión de periodista, me gustaría que éstos –o algunos– profesionales de las letras también se lo tengan o se lo tuvieran a los que nos dedicamos a este digno oficio de cocinero. Porque ahora hay determinados “periodistas gastronómicos” que parecen entender de comer y beber, se erigen como expertos en esta materia, saben de vino, saben de cocina, saben de repostería… y muchos de estos espabilaos se atreven incluso a dar receta por la radio, hacer programas de cocina en determinadas televisiones y hasta de escribir libros de cocina…de vergüenza, vamos
Y ya ni os cuento de esos blog gastronómico que hacen determinados intrusos que no tienen ni la más remota idea de cocina; pues bien, estos elemento, con el solo y simple trabajo de crear un blog, ya se erigen como críticos gastronómico y, en muchos caso que se dan y se están dando, se presentan como tal en determinados restaurante y tienen la desfachatez de criticar la labor de una profesionales. Aunque bueno, la crítica es libre porque existe la libertad de expresión, es cierto; pero de ahí a que uno de esos blogueros gastronómicos de pacotilla le diga a una persona que lleva toda su vida en la cocina, como tiene que hacer un determinado plato….La desvergüenza no tiene límite.
Oneto