Si realmente no me hubiera gustado, simplemente me habría callado y no hubiese hecho ningún tipo comentario negativo; aunque, eso sí, habría dicho de forma constructiva como mejorar el plato en cuestión, porque si una persona hace un determinado guiso para un grupo de gente –entre amigos y familia– con ilusión y cariño, eso para mí tiene un valor incalculable y con esa máxima ya en sí mismo, independientemente de cómo quede la comida, es un éxito y merece un aplauso. Pero por mucho que me esforcé en buscar un “pero” a esa comida, no lo logré porque esos garbanzos con chocos y langostinos (foto) era algo sublime, algo realmente delicioso Y si el guisandero fue un chico que para freír un huevo no sabe si echar antes el aceite o el huevo, porque no tiene ni la más remota idea de cocina, siendo un gran amante de ésta, pues la cosa tiene muchísimo más valor, además de ser el primer guisoteo de su vida. Me estoy refiriendo a Dani Asencio, quien fuera el que juntó cefalópodo, crustáceo y legumbres, con los avíos dando como resultado un bocado superlativo. Fue la “opera prima” en la cocina de mi buen amigo Dani –estudiante de derecho–, con cuyo plato, que lo disfrute de lo lindo, comiéndomelo en su casa rodeado de su familia, con su esposa Manoli –quien le ayudara en su obra coquinaria como pinche y asesora, lo cual, todo hay que decirlo, fue una de las claves del éxito del guiso– sus padres, sus hijas y su yerno.
Así que mí más efusiva enhorabuena Dani por ese tu primer trabajo en los fogones con el que quedé verdaderamente satisfecho con tu primaria obra de arte comestible.
Oneto