Durante mi estancia en Budapest, donde estoy pasando unos días, paseando por Bartók Béla; en pleno centro de la ciudad con varios restaurantes de distintas especialidades y países, me encuentro con un establecimiento de restauración en cuya fachada se podía —y se puede— leer Ultramarinos Martínez. Evidentemente no me pude resistir de pasar a su interior.
Allí me encuentro un local amplio y de un aspecto muy agradable que te invita a, no solo conocerlo si no, adentrarte en él convenciéndote de que ha sido una decisión acertada, con una luz adecuada, repleto de público, mayoritariamente húngaro, repartido en diferentes salones y ubicados en sus correspondientes mesas. Un ambiente muy español pese a que la clientela era budapestina en su gran mayoría y encontrarnos en la capital de Hungría.
Pero la decoración de sus paredes con cuadros de carteleras de películas españolas y otros motivos españoles, el servicio de sala atendido por un personal amable y cercano hablándonos en español, la música ambiental de fondo afín a la de nuestra, etcétera. Y si a todo eso le añadimos los grandes protagonistas de esta historia que le da nombre al establecimiento (ultramarinos), como es esa extensa y larga relación de exquisiteces culinaria de las que podemos presumir en nuestra tierra como son aceitunas y curtidos de todo tipo, quesos manchegos y de otras tantas denominaciones, jamón ibérico, caña de lomo ibérico, anchoas de Santoña, cecina leonesa…y un largo etcétera de manjares españoles, eso ya, allí dentro, hace olvidarnos que estamos en Hungría.
Este “Ultramarino” lo regentan los hermanos Martínez; Cristian y Carlos, de Alicante, que un buen día decidieron emprender este proyecto en esta ciudad húngara, al igual que otros tantos establecimientos de restauración, que además del que nos ocupa, regentan.
Fotos: alba Asencio