Muchas veces, la gente malintencionada acaba ayudando a la, o las personas a la cuales intentar hundir. Es el claro ejemplo de la gente cotilla, posiblemente el espécimen más desgraciado de la sociedad. ¿Qué tendrá esto que ver con la moda, y con los ascensores, os preguntaréis? Pues todo.
La semana pasada resurgió un fenómeno que no veíamos desde los años ochenta. Volvieron a publicarse cotilleos de lo que se hablaba en los ascensores de las oficinas neoyorquinas de la empresa Conde Nast. Me recordó esa canción de Aerosmith, ‘Love in an Elevator’, pero sin el Love, más bien con Hate (o odio).
Sí, los ascensores del número 4 de Times Square, en los cuales sube y baja Anna Wintour. Para quienes no hayan seguido estas noticias de prensa rosa fashionista, la primera vez que se filtraron las habladurías de las Voguettes -como se les llama en la jerga de moda- fue en la web Gawker en los 80.
Lo que realmente importa aquí, no es el cotilleo en sí, sino el hecho de que se cotillee sobre ello. Las personas que difundían las noticias lograron mitificar a los personajes que subían a la planta 12 del edificio. Esto, junto con la publicación del libro ‘El diablo viste de Prada’, convirtieron a Anna Wintour en una leyenda viviente. Wintour lleva más de 40 años en el sector, pero su nombre no era reconocido por el gran público hasta hace unos años. Lo mismo pasó con Graydon Carter, director de la revista americana Vanity Fair, de la cual habla el libro ‘How to Lose Friends and Alienate People’ del genial autor inglés Toby Young.
Graydon Carter y Anna Wintour.
Volviendo al ascensor, la semana pasada se creó una cuenta de twitter anónima bajo el nombre @CondeElevator, desde la cual se hablaba de las conversaciones oídas en los ascensores de Condé Nast. ¿Su número de ‘followers’? unos 50.000 en una semana. La diferencia con los años 80 es que esta vez, el departamento de relaciones públicas de la casa parece estar encantado con la renovada atención a su empresa por la gente joven. Y para más INRI el twittero ha dejado de actualizar la cuenta. Como dicen en las películas de guerra americanas, está ‘radio silent’. ¿Su último tweet? «Girl or Guy #1 [in elevator alone]: This got really crazy. Love my job. Better stop. sorry». («Chica o chico #1 [solo en el ascensor]: Esto se me ha ido de las manos. Amo mi trabajo. Mejor paro. Lo siento»)
Ahora hay dos versiones de los hechos. Unos aseguran que el responsable ha dejado de twittear por miedo a ser descubierto y perder su trabajo. Otros apuntan a que todo es un bluff y los responsables son los mismos relaciones públicas de la empresa, en un intento de renovar su elemento ‘cool’. Explican que tiene algo que ver con que Condé Nast haya sido desbancada del puesto como ‘bestseller’ de revistas por la empresa Hearst, que publica revistas menos lujosas.
Y por si fuera poco, a los pocos días de crearse la cuenta @CondeElevator, se creó otra de @HearstElevatorz (sí, con ‘z’ final, como si tuvieran 13 años y jugaran con los Bratz). ¿Posible pique? Ahora sí que dudamos seriamente quién controla esas cuentas y de si pueden ser las mismas relaciones públicas de las empresas. Y es que frente a las webs de moda online o incluso a publicaciones independientes y revistas más nicho o ‘insider’ como Love, poco pueden hacer las que se han convertido en ultra comerciales, donde en tiempos de crisis, mandan los anunciantes.
Por ahora, la cuenta de @CondeElevator se ha desactivado y el misterio está sin resolver. ¿Cuánto tiempo hasta que se creen un @AscensorSalvameDeluxe? Goldman Sachs ya tiene el suyo también…