Nunca olvidaré el viral que hizo Roberto Cavalli para anunciar su colaboración con una firma low cost. Trataba de una fiesta en una mansión que duraba días, semanas, meses. La gente nunca se iba. Y seguían llegando modelos y gente guapa ad infinitum. Hasta que aparecía él y le decían «¡Roberto, vas a perderte la fiesta!», a lo que él respondía: «¿Perderme la fiesta? ¡Yo SOY la fiesta!» Desde que lo vi, siempre he querido ir a un «party» de Roberto Cavalli.
La ocasión se presentó anoche cuando inauguraron su boutique en la calle Ortega y Gasset de Madrid. Cuentan que el equipo de Cavalli buscaba anfitriona española. Se lo propusieron a algunas modelos y personajes nacionales. Se rumorea que una de ellas puso como condiciones: cobrar, quedarse con el vestido, y bajarse del coche con el diseñador a su llegada. A lo que él supuestamente contestó, al más puro estilo Cavalli: «yo solo me bajo del coche con mi mujer». Olé. Conclusión: No hubo anfitriona. Casi mejor.
Que yo sea fan de este señor es evidente. No hay nada como seguirle en Twitter o leer su blog para quererle. Escribe lo que le da la gana, se mete con todo el mundo, desde Lagerfeld a Anna Wintour, y le da igual todo. Una actitud muy refrescante en el mundo de la moda.
Muchos eran los rumores que circulaban alrededor de quién iba a asistir y cómo. Decían que venían Naomi Campbell y Bar Rafaeli; que él llegaría en helicóptero, que iban a actuar los Black Eyed Peas. La realidad: el catering lo trajeron de Italia; los invitados eran un mix ecléctico jamás visto (Norma Duval, Miguel Ángel Silvestre, Cuqui Fierro y Natasha Yarovenko); creemos que se coló Aida Nizar (con un vestido largo rojo ¿sería de la colección 2007 de Cavalli para H&M?); y actuó Joaquin Cortés en la «after party» en el restaurante Ramsés.
¿Y cómo sabemos que fue la fiesta de clausura del verano? Llegó la policía municipal a la tienda a poner orden. Clara señal de que la gente lo estaba pasando bien. El mejor índice de éxito de una fiesta.