Estamos llegando a un punto peligroso en el cual la única diferencia entre una prenda original y una copia está en la percepción del que la usa. Ejemplo práctico: en EEUU hay gente dispuesta a pagar el precio original de un bolso de Hermés (desde 5.000€) para hacerse con una copia, sabiendo que el bolso que están comprando es una falsificación. Todo esto con tal de aparentar que tienen un Birkin o un Kelly.
Lo mismo, pero al revés, aplica a otro sector. El sector de las pieles. Siempre en USA, se han encontrado etiquetas en abrigos de piel de verdad, donde ponen que la piel es sintética, o lo que es lo mismo «faux fur». Al parecer, algunos abrigos se venden mejor, si se comercializan como piel sintética, por temas de concienciación social. Suele pasar en los abrigos de gama media.
¿Qué pasa entonces? En algunos casos, las pieles reales son más baratas que las sintéticas, sobre todo si la piel es de perro y provienen de granjas chinas, donde crían a estos animales, para luego confeccionar prendas de piel. ¿Y la excusa que dan por el error en la etiqueta de composición? Una confusión en la traducción de un idioma a otro.
Eso sí, impecables las etiquetas de los abrigos de alta gama. Si son muy caros, y pone que son sintéticos, como la colección de pieles «yeti» de Chanel, de hace una temporada, seguramente lo sean. Por ahora la gata Choupette de Karl Lagerfeld está a salvo.