Conocida como la «Iron Lady» o la dama de hierro, fue de las primeras mujeres políticas en hacer buen uso de la moda para cultivar una imagen personal de mujer fuerte e implacable.
Sin duda fue la precursora de lo que más tarde en moda se denominó como «power dressing» (vestir para imponer), y de la prenda clave de este look: el «power suit», nombre que se le atribuyó a los trajes de las ejecutivas agresivas de los años 80 (ver la película con Melanie Griffith «Armas de Mujer).
Entre sus accesorios predilectos: los broches XXL, las perlas (una joya clásica sin caer en la vulgaridad ni en la ostentación) y sus bolsos cuadrados. Entre los más famosos, uno de la firma inglesa Asprey y otro de la italiana Ferragamo que se subastaron hace unos años, en distintas subastas, pero ambas con fines benéficos.
En cuanto a estilismo capilar, creo que en toda su vida no ha sido capaz de borrar la huella de carbono que dejó tras usar botes y botes de laca de fijación fuerte para inmovilizar su melena.
Yo me quedo con sus blusas de seda anudadas al cuello, que ha vuelto a sacar para este verano Hedi Slimane para Saint Laurent. La moda ha perdido un icono British. Que descanse en paz.