Mis seguidores creían que estaba en Coachella, mis amigos suponían que había volado a Los Ángeles improvisadamente y los compañeros de trabajo de mi marido pensaban que él estaba de Rodríguez. Pero yo estaba en el sofá de mi casa, con un té matcha, subiendo fotos y vídeos de cuando había ido al festival de música de Indio, EEUU en el 2015. Realmente, el hashtag que tenía que haber utilizado era #NoChella. Ha sido todo un experimento social. Y este es el resultado…
Cuando fui a Coachella en el año 2015, no existía la modalidad de Stories en Instagram y cada año desde entonces, cuando llega el primer fin de semana del festival pienso, “qué pena no haber podido posturear a lo grande”. Pero por qué me voy a quedar con las ganas, qué más da si han pasado tres años desde entonces, voy a postear lo que tengo del 2015, nadie se va a dar cuenta. Es más, a ver si alguien se da cuenta.
Una de las cosas que he notado en RRSS es que la gente pasa las fotos muy rápido, sin leer el comentario, muchas veces sin registrar lo que ve y asumiendo cosas que no son. ¿Cuántas veces preguntan “¿De dónde es el bolso?” sin ver que pone textualmente ‘el bolso que llevo es de Chanel’ en el texto? Recuerdo haber colgado una foto en bikini en una isla tailandesa en diciembre con el texto “Ojalá estuviera aquí ahora” y me comentaron varios “Qué suerte que estás en la playa”. En fin. Si la gente es capaz de pensar que estoy en Tailandia de un día para otro, ¿por qué no van a pensar que estoy en Palm Springs, aunque haya cenado con ellos la noche anterior? Después de todo son menos horas de vuelo.
Os cuento cómo fue la jugada. Recuperé todas las fotos y los vídeo del año 2015. Intenté mantener el horario de Los Ángeles, que son nueve horas menos, y postear cuando tocaba. Por la mañana que si buscando un café, a la hora del brunch una ensalada en el hotel The Parker, recree mi viaje al pie de la letra. Para rematar, le seguía el rollo a la gente que me escribía por Whatsapp, mandándoles fotos de mis pies al borde de la piscina (lo siento Sil). Ya que hablamos de mi amiga Silvia, ella me pidió que le trajese un cacao de labios de recuerdo. Convenientemente, tenía uno, también del 2015 (caducado). Le hice una foto y se la mandé diciendo “¡ya lo tengo! Te lo llevo”.
Uno de los dilemas fue cómo subir videos con música, que eran de artistas o grupos del 2015. Mi amigo Carlos, que sabía la verdad, me dijo que daba igual porque la gente no es tan experta como para darse cuenta y que incluso podía poner nombres de grupos ficticios como Blue Machine Underground. Pero mis followers son muy listos, así que subí el video sin sonido y dije que tenía problemas de audio. Y como coup de résistance, encontré mi pulsera de Coachella, que había guardado, me la puse y colgué la foto en blanco y negro (cada año cambia de color, pero sigue poniendo lo mismo).
El domingo anuncié en mis Stories que había sido un experimento, y muchos me escribieron diciendo que se lo habían creído, otros me insultaron cariñosamente y muchos se rieron. Pero el mejor comentario fue el de mi amiga Lourdes. Dice que hay mucho engaño en las RRSS. Y que no hay que creerse nada. Ya sabíamos lo de las fotos retocadas, lo de los filtros y lo de los regalos a blogueras que no son regalos, sino comprados. Pero es que ahora la gente se inventa una vida online y es capaz de irse de viaje en su Instagram, sin tener pasaporte. Me cuentan la historia de una bloguera que hizo un live, desde el salón de su casa en Girona, diciendo que estaba viendo a las The Radio City Rockettes en Rockefeller Center en Nueva York. Lourdes le comentó en una foto que cómo era posible si ese día no había función. Tardó tres minutos en cortar el live, borrar todo y eliminar el comentario. Otra Instagrammer dijo hacer un viaje a Kenia y publicaba fotos de National Geografic. Y esta mismo persona subió fotos de Miami en la playa tomando el sol, en pleno huracán Irma. ¿Moraleja? Como dice mi amiga Lourdes, si vas a mentir, al menos consulta el tiempo en Google.