Una de indultos
Volvió a pasar. Sevilla vio como un toro se iba andando de vuelta a los corrales sin escuchar los tres avisos. Al campo, directo a la vida ganada en el ruedo. Un indulto. Un orgullo para el ganadero, un éxito histórico para el torero. Un hito en la plaza y una alegría para la afición. Alegría… ¿Seguro?
Pañuelo naranja en feria grande es siempre sinónimo de polémica, y bienvenida sea, por cierto. Los toros siempre fueron eso. Es inevitable en un espectáculo en el que el premio sigue dependiendo de cuántos pañuelos soplen al viento. No se pregunta quién es quien lo saca, ni importa si ha ido alguna vez a los toros o no, por eso siempre que hay una decisión del calado de la de Orgullito en Sevilla, el debate está servido.
Orgullito ha sido un torazo. Un carretón que ha embestido con una calidad exquisita las veces que El Juli ha querido que embista. Noble, profundo, obediente, el toro soñado al fin y al cabo. ¿De indulto? Puede que sí. ¿De indulto en Sevilla? Puede que no.
Sevilla le ha cogido demasiado gusto a los indultos y ojo, eso no tiene por qué ser malo. Cada plaza pone el listón donde le apetece ponerlo y se gana la fama que quiere ganarse. El problema es que en Sevilla en los últimos años hemos visto grandes, grandísimos toros ante grandísimas faenas, sin embargo, no hemos visto un rabo. ¿Es mayor premio el indulto que el rabo? No debería serlo. El indulto es un premio al toro, por supuesto que necesita un gran torero delante para que se vean sus virtudes al máximo, pero es un premio al toro.
En Sevilla se ha conseguido que cualquier faena cumbre, y cumbre de verdad, sea premiada con el indulto. Y eso es un grave error. Para que un torero como Juli esté como ha estado, que ha sido una locura, necesita un gran toro delante, por supuesto, pero… ¿Y si Orgullito hubiera caído en otras manos? ¿Se hubiera pedido el indulto con esa alegría?
Juli estuvo como pocas veces en su carrera. Ha toreado como los ángeles. Merecía cortar un rabo como la copa de un pino, pero sin embargo, el faenón histórico que se ha visto en La Maestranza va a quedar eclipsado por la polémica de siempre, la del indulto, un premio que cada vez se desvirtúa más y que en algunas plazas cada vez vale menos. A todo esto, Orgullito ha sido de indulto en ésta Sevilla, que conste, en ésta. Por cierto, después de asomar al pañuelo, uno que manda, y mucho en esto ha dicho que el indulto es el mejor argumento que tiene la tauromaquia en el siglo XXI. Quien quiera que se suba al carro de ese argumento, el que escribe personalmente, tiene muchos otros.