Me recibe tras la barra Marcos. Dentro de la cafetería hay dos mesas ocupadas, otras tantas en la terraza exterior. “Vengo a probar el desayuno”, le anuncio. “Ya vienes tarde”, me contesta. La última de las reformas del bar lo ha dejado modernísimo, al tiempo que acogedor. La luz cenital ilumina el mostrador de madera. Se acerca José Luis a atender al primero de los dos clientes que acaban de llegar. Para el segundo viene Juanito, que al reconocerme a pesar de la mascarilla me saluda. Hago lo propio y tras una breve conversación casi le saco (no hace falta mucho) su historia más reconocida: “Jomio, lo bien que voy a estar yo en mi ataúd. Aquí me duelen mucho los pies. Allí todo el día tumbado… descansando… dormidito” (y se cruza las manos sobre el pecho”.
A todo esto, ya ha sacado Marcos la tostada: “Es una tostada con aceite de oliva con filetes muy finos de un lomo de retinto fraseado en horno de leña de encina con pimentón de la Vera, acompañado de macedonia de frutas de temporada”. Pero, ¿se le puede decir algo más bonito a alguien por la mañana? Ni una madre a su retoño, ni un enamorado a su novia, ni el mismísimo Espronceda podría enlazar tantas palabras y tan bonitas a un tiempo.
El aspecto es simplemente espectacular. las volutas que forma la casita del lomo, algo más tostada y a pinto de derretirse se camuflan entre los torreznos del pan y el pimentón se confunde con la parte menos hecha de la pieza dejando la duda si es ajeno o ha brotado de la carne durante la cocción. Para refrescar me tomo la macedonia. Nada de lata: pera, melocotón ciruela… todo natural y en su punto.
Me despido de todos preguntándome a mi mismo si un jurado oficial puede visitar dos veces el mismo sitio. No creo, pero hay que consultarlo.