La afición del FC Cartagena ha tenido un año que puede compararse con el movimiento de una noria. De la ilusión, a la decepción y de ahí al susto, a la emoción de la fe para terminar celebrando en dos sentidos.

Nadie presagiaba que el cuarto año consecutivo en Segunda División sería tan complejo. El mal arranque del equipo hizo a los aficionados prepararse para lo peor con un equipo que no conseguía ganar y que se iba quedando abajo viendo como todos los equipos se alejaban.

Mil cambios

La llegada de Julián Calero fue el primer cambio. El técnico de Parla y sus mensajes hicieron creer a los aficionados, aunque no llegaban los resultados y en algunos momentos las distancias parecían insalvables. El equipo reaccionaba y la afición quiso ayudarles. Juntos formaron el ejército de Calero, los 10.000 hijos que sumaban a los 23 de la plantilla.

El equipo, que curiosamente no había funcionado especialmente en casa, encontró que el ambiente se fue poniendo a su favor, que los fans cada día estaban más unidos y creando una caldera en la que todo el rival directo que pasaba acaba saliendo escaldado.

Una familia

La comunión era increíble y fue parte del éxito del plan de Calero. Juntos sumaron para poder celebrar una permanencia que supo al ascenso. Ese ánimo de una afición que también viajaba con los suyos les vale hoy el premio a la mejor afición de la Liga que le ha otorgado la asociación de Aficiones Unidas que este año se celebra en Cádiz.

Por cierto, que la cita se hizo el año pasado en Cartagena también recibió el aplauso y los premios. Es cierto que esta afición no sabe, todavía, que es ver a su equipo en Primera pero su intensidad en los malos momentos ha quedado totalmente demostrada y hasta premiada. En agosto, a por el quinto en Segunda.