Luis del Val: "Ayer sentí piedad por don José Manuel Albares, comprobé que no sabe mentir"

Ya puedes escuchar la Imagen de Luis del Val de este jueves 24 de marzo de 2022

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Ayer sentí piedad por don José Manuel Albares, no porque todos los grupos parlamentarios dispararan contra él, menos el PSOE, sino porque comprobé que no sabe mentir, y un diplomático que no sabe mentir es como un jugador de water polo que no sabe nadar. No me refiero a las mentiras impúdicas, descaradas, groseras, de Pedro I, El Mentiroso, que llegan a ofender, porque sospechas que está convencido de que todos los españoles somos tontos, no, me refiero a esa elegante ambigüedad de los embajadores y primeros secretarios de embajada, esa manera fina de decir que no, con tanta amabilidad, que sales de la embajada sin saber si te han dicho que sí o te han dicho que no, o que vuelvas dentro de tres meses.

El diplomático José Manuel Albares, ascendido a ministro de Asuntos Exteriores, cuando está acorralado echa balones fuera, con tanta torpeza, que parece que acaba de ingresar en la carrera diplomática. ¿Cómo se puede aludir al Rey, como insinuando que lo del Sahara ha sido cosa suya? ¿Se imaginan a un embajador dando explicaciones a un primer ministro de otro país, y echándole la culpa a su propio jefe, el ministro de Asuntos Exteriores? En la Escuela Diplomática se aprende algo, pero la sabiduría viene a través de una larga experiencia, comenzando en los escalafones bajos, donde se aprende la gramática parda de la realidad. Gracias a eso nunca te encontrarás con un embajador de treinta y cinco o cuarenta años. Pero ya, cuando la piedad se mezcló con la estupefacción, fue cuando declaró que el asunto del Sahara y Marruecos es un asunto más propio de la ONU que del Congreso de los Diputados, donde está representada la soberanía del pueblo español. Vale, tío.

Entonces, los Presupuestos Generales del Estado ¿los negociamos con el presidente del Banco Mundial y su equipo? Ese síntoma de superioridad, indicando que los representantes democráticos son unos pardillos, que no saben nada de política internacional, y que esto hay que dejarlo a profesionales de la diplomacia, tan torpes como él, acabaron con mi piedad y anularon mi paciencia. Ya no sabes si es peor Marlaska que Irene Montero o Albares que Garzón. Estos son los que pilotan el avión de España, y lo malo es que, en caso de capotar, se quedarán con los paracaídas.