José Luis Restán

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Ayer dio comienzo visiblemente el vínculo que liga al cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, con la iglesia de Santa María de Montserrat de los Españoles. Todos los cardenales forman parte del clero de Roma y por eso el Papa les asigna una iglesia que suele estar vinculada a su procedencia o trayectoria personal. Como explicó el cardenal Cobo en su homilía, esta iglesia sirvió durante siglos como lugar de acogida y hospitalidad a los peregrinos españoles en Roma, especialmente a los pobres y enfermos. No se trataba de “tomar posesión de esta iglesia” en el sentido de apropiarse de algo, explicó el cardenal, sino de “que Cristo sea más en nosotros, para que la misión se desarrolle”. Y para eso, propuso entrar por tres puertas.

La puerta de “la obediencia”: decir sí a Dios dentro de las circunstancias a través de las cuales nos llama, poniendo su designio por delante de nuestros planes. La puerta “del servicio”: como describía el apóstol Pablo, hacernos esclavos de todos, hacernos débiles con los débiles, darnos a todos para salvar a toda costa a algunos… y todo esto por el Evangelio, la mayor riqueza que podemos ofrecer a cualquiera para que su vida sea plena. Y la tercera puerta, “ayudar a construir la Iglesia”, sabiendo que es el Espíritu Santo quien la construye y consolida su unidad. En esa construcción Pedro es fundamento visible de la unidad de la Iglesia. “La comunión con el Papa es comunión con la totalidad, sin la cual no se puede dar la Comunión con Cristo”, subrayó el cardenal citando al teólogo Joseph Ratzinger. En un mundo “donde campa el desarraigo y nos caracteriza una gran desvinculación, la figura de Pedro nos cohesiona, agranda y visibiliza la verdad evangélica y apostólica… no hay Iglesia de Jesucristo sin el Papa, sea quien fuere”.

La homilía concluyó observando que el anuncio de la salvación a nuestros hermanos será baldío si no se nutre de su fuente. Solo la fuerza de Cristo a través de su Palabra y de la Eucaristía nos permite ponernos de nuevo en marcha a pesar del cansancio. No fue un acto formal, sino una hermosa guía para el camino de todos.