Un camino muy fatigoso pero esperanzador

José Luis Restán

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En los últimos seis días se han producido dos ordenaciones episcopales en China, al amparo del Acuerdo provisional para la designación de obispos que han firmado la Santa Sede y el gobierno de Pekín. En el primer caso se trata de un nuevo obispo para la diócesis de Zhengzhou, más de setenta años después de la expulsión de su predecesor. El segundo pastor ordenado es para la nueva diócesis de Weifang. Estas ordenaciones llegan con cuentagotas, podríamos pensar que los tiempos de las autoridades chinas son desesperantes, o incluso que se trata de eso, de hacer desesperar a la Iglesia.

Sin embargo, hoy leía el comentario de un buen conocedor de la historia de la Iglesia en China que valoraba estos pasos como signos de una historia que vuelve a atar sus cabos después de mucho sufrimiento, división e incomprensiones recíprocas. Y añade este experto que, sólo caminando juntos hacia el horizonte del anuncio del Evangelio en China, será posible superar, con el tiempo, las divisiones y los contrastes que todavía lastran la labor pastoral de la comunidad eclesial en aquel país inmenso.

Hay varios hechos objetivos: desde la firma del Acuerdo Provisional entre la República Popular China y la Santa Sede en septiembre de 2018 no se han producido a ordenaciones episcopales ilegítimas, como las que habían causado dolorosas divisiones desde la década de 1950. Con el Acuerdo en vigor han tenido lugar seis nuevas ordenaciones episcopales. Pocas, desde luego. En ese periodo, seis obispos llamados “clandestinos”, o sea, nombrados por el Papa sin consenso del régimen, han obtenido el reconocimiento por parte de las autoridades civiles. Bien, decir que hace falta paciencia es quedarse corto, y no faltan motivos para sospechar de las intenciones del gobierno chino. Sin embargo, lo principal no es hacer un balance contable sino curar las heridas, preservar la comunión con el Papa y entre las diferentes comunidades católicas, y centrar toda la energía en el testimonio de la fe en un país inmenso y difícil que todavía debemos aprender a entender en profundidad. Como han dicho algunos fieles de Weifang tras la ordenación de su obispo, “gracias a Dios, todo ha ido bien”