Portadores de una esperanza para todos

Ya puedes escuchar la firma de José Luis Restán de este jueves 11 de enero de 2024

José Luis Restán

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Seguramente recordarás un terrible suceso que tuvo lugar en Praga antes de la Navidad, cuando un estudiante armado con un fusil de alta precisión mató a 15 personas e hirió a más de veinte, llenando de horror el centro de una de las ciudades más bellas del mundo. He podido leer la carta de un sacerdote que trabaja allí en la que comparte su mirada sobre esta tragedia incomprensible.

La mañana siguiente iba en el tranvía al hospital donde es capellán y era inevitable ver la confusión en la cara de la gente. El clima prenavideño que todos los años nos distrae con sus adornos y sus luces había sido barrido de golpe por esta locura.

Este sacerdote subraya que Praga está considerada como una ciudad romántica y serena, un lugar tranquilo y seguro donde, por cierto, se da una de las tasas de ateísmo mayores del planeta.

Pero más allá de las hermosas postales, Praga es una ciudad como todas, un lugar donde viven hombres y mujeres que todos los días buscan a tientas el sentido de la vida en sus relaciones y en su trabajo. Lo mismo podríamos decir de Madrid, Barcelona o Sevilla.

La gente vive con sus dolores y angustias, muchas veces sola y sin anclaje en una tradición y en un pueblo, muchas veces si familia ni comunidad. Y esas personas, en el fondo todos, necesitan encontrar una verdadera compañía que les ayude a entender su vida y a vivirla bien. Muestra de ello, escribe, es que en la descreída y autosuficiente Praga tuvo un enorme eco mediático la misa por las víctimas que el arzobispo celebró en la catedral tras el ataque.

Él también participó en otra misa y mucha gente se acercó al final para agradecer porque, como dijo una mujer, “yo sola no habría sabido cómo afrontar la confusión que este hecho me ha provocado”. Y ahí está la clave: todos los análisis sicológicos y sociológicos que podamos hacer no bastan para satisfacer nuestra necesidad de sentido y nuestra exigencia de justicia.

Al final de su carta, este sacerdote recuerda la conciencia con la que empezó su misión en Praga hace veinte años: la de ser portador de un punto de esperanza invencible para todos, en medio de aquella sociedad. Eso es la comunidad cristiana en medio de cualquiera de nuestras ciudades.