La ganancia que supone la fe

José Luis Restán

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Hoy ha comenzado la asamblea de otoño de la CEE. Y me voy a fijar en unos pasajes del discurso de su presidente, el cardenal Omella, que seguramente no serán los que destaquen los medios. Comienza diciendo que ante la situación desafiante y compleja que viven nuestro país y el mundo, Jesucristo nos aconseja ser astutos y, a la vez, sencillos. Cristo nos llama a ser inteligentes y perspicaces en la forma en que abordamos los desafíos del momento, nos insta a ser conscientes de nuestro entorno, a comprender las complejidades de la vida y a tomar decisiones informadas. Al mismo tiempo, la llamada a ser sencillos significa mantenernos arraigados en la verdad y vivir con transparencia y autenticidad. La sencillez no implica debilidad, sino más bien la fortaleza de permanecer fieles a nuestros valores y principios, incluso en medio de las adversidades.

El hecho de vivir en una sociedad compleja, multicultural y atravesada por muchas tensiones no es algo nuevo para los cristianos. Recuerda el cardenal Omella que Jesús vino al mundo en una sociedad muy variopinta, con multitud de grupos diversos, y esa fue la condición habitual para los cristianos de los primeros siglos, que en su mayor parte eran gentes sencillas. No tenían apenas resortes de poder ni capacidad de influencia social, pero “viviendo en medio del mundo, testimoniaban un modo de ser que los hacía atrayentes”. Y no por su capacidad personal, sino por “la relación personal y comunitaria con Jesucristo que iba transformando sus vidas, su mirada, sus palabras, e iba dejando aflorar una alegría profunda”.

Hoy, como ayer, el mundo necesita que los cristianos testimoniemos “la ganancia humana y existencial que supone mirar la realidad desde la fe”. Subrayo esta palabra que ha elegido el cardenal: “ganancia humana y existencial”. Pues sí, la fe es una ganancia para la vida de los creyentes y para la vida del mundo en el que estamos.