Una invitación a la conversión

Entre las muchas miradas que hoy se producen, necesarias y complementarias, el arzobispo de Madrid ha ofrecido a todos la mirada que nace de la fe vivida en la Iglesia

José Luis Restán

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“Recordar es un deber”, ha señalado el cardenal José Cobo durante la misa funeral celebrada en la catedral de La Almudena en memoria de las víctimas del 11-M.

Entre las muchas miradas que hoy se producen, necesarias y complementarias, el arzobispo de Madrid ha ofrecido a todos la mirada que nace de la fe vivida en la Iglesia, una mirada que también puede ser útil para quienes no se consideran creyentes. Esa mirada comienza con una acción de gracias por la vida: a la luz de aquella tragedia caemos en la cuenta de su valor infinito y de tantas bendiciones que a menudo damos por sentadas en el día a día. Gracias también por tantos que gastan sus vidas para que otros vivamos en paz, por los que nos cuidan y acompañan.

De esta mirada también brota la conciencia de que los seres humanos, con nuestra misteriosa libertad, somos capaces de sembrar dolor y destrucción.

El terrorismo es siempre una forma indecente, mentirosa e inhumana de responder a las cuestiones abiertas en la convivencia. De la experiencia que vivimos aquel día surge una seriedad que para el cristiano se llama “conversión”.

Significa estar dispuestos a encontrarnos con los otros, a escucharlos y a ofrecerles nuestras razones, eso que llamamos “testimonio”. No basta, ha dicho el cardenal, “una liviana preocupación por el bien común”, hace falta abrirnos a las angustias y las heridas de las personas con un amor “capaz de compasión y de jugársela por el otro”, siguiendo el camino de Jesucristo, cuya memoria celebramos en la Eucaristía.

Una memoria que nace de la fe no se queda atrapada en el pasado, sino que nos compromete con el futuro. A eso nos referimos los cristianos cuando hablamos de esperanza. Sabemos que el amor de Dios es más fuerte que la muerte, porque Jesús fue resucitado.

También las víctimas del 11-M estaban ya misteriosamente presentes en la cruz, también ellas resucitarán con Él, y esto no podemos dejar de decirlo públicamente hoy. De esta certeza nace el compromiso de no permitir que el mal nos divida y nos enfrente, de construir una verdadera ciudad para todos.