La única “hereje” frente al dogma del aborto
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El “derecho al aborto” será inscrito mañana con gran pompa en la Constitución de la República de Francia. La iniciativa, muy personal, ha sido del presidente Macron, pero hay que subrayar que las dos Cámaras, la Asamblea Nacional y el Senado, la han aprobado por una mayoría de 780 síes, frente a 72 noes y 50 abstenciones. Un resultado aplastante, celebrado con algarabía por los grandes centros de poder cultural de una Francia que yo siempre he admirado. Qué lejos queda el carácter excepcional del recurso al aborto, reconocido generalmente entonces como un drama, en el que se basó su despenalización por parte de la ministra Simone Veil, en 1975. Desde aquel momento, se ha recorrido en lo profundo de la sociedad francesa, y en toda Europa, una pendiente que conduce a la alegre proclamación del derecho al aborto nada menos que en la Carta magna de la República. Atentos a la jugada, pronto se sumarán otros países a este patético festejo.
Es significativo lo que apunta el director del Instituto de Opinión Pública: “en la Francia de hoy, la matriz católica se ha dislocado de tal modo que sus trazos se van borrando poco a poco hasta el punto de convertir a la Iglesia católica en la única “hereje” frente al aborto”. Sí, la única “hereje” frente al dogma del aborto como derecho. Pero la Iglesia no actúa en interés de parte, sino al servicio del cimiento de la civilización, la de las luces, de la igualdad y la fraternidad. Y lo hace apuntando a la verdadera naturaleza del aborto como la supresión de una vida humana inocente.
Ahora este hecho se adornará con el título de “derecho humano”, lo cual implica la reivindicación tremenda del “derecho a suprimir una vida humana”. A la luz de la mayoría parlamentaria y de los sondeos de opinión, en Francia, y en buena parte de Europa, el aborto no es ya ni siquiera un dilema moral, como en tiempos de Simone Veil. Ésta es la verdadera tragedia de este momento histórico, y no la patética banalidad de la clase política francesa. De esto debemos sacar consecuencias, especialmente para enfocar la lucha por la cultura de la vida del modo más adecuado en este momento.