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Columnas de la Iglesia

José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Hemos podido escuchar de nuevo a la hermana Gloria Cecilia Narváez en el programa de COPE "Navidad en Misión". Hagamos memoria: esta religiosa colombiana de las Franciscanas de María Inmaculada fue secuestrada en 2017 por un grupo de Al Qaeda en Mali, donde desarrollaba su misión en un centro de salud. Permaneció secuestrada casi cinco años, hasta su liberación en octubre de 2021. Ahora vive en la costa del Pacífico, al sur de Colombia, en un territorio con una cultura de raíces africanas, donde existe mucha violencia, narcotráfico, pobreza y descomposición social. Sin una pizca de ironía o de segunda intención, dice que “en este medio me he sentido bien”. Su congregación mantiene allí un comedor para niños de familias muy pobres y en eso consiste ahora el servicio que le han indicado sus superiores.

Cuando le preguntan si echa de menos África, responde que ese continente la evangelizó y enriqueció humanamente, y revela que está disponible si su congregación quiere enviarla de nuevo allí, pero, ante todo, muestra su confianza total en Dios. Recuerda también las navidades que pasó en cautiverio, momentos difíciles que vivió recitando los misterios gozosos del rosario, cantando villancicos y recordando a su familia y a sus hermanas. Sentía mucha tristeza por estar lejos de los suyos, y en esos momentos “recordaba con cariño el nacimiento de Jesús, lo que María tuvo que sufrir al no encontrar la posada para poderlos albergar”. Y así se unía a Jesús, María y José.

En cualquier circunstancia de la vida, dice la hermana Gloria, “siempre hay que esperar en Dios, que escucha nuestros clamores”. La vida del misionero implica una cruz, empezando por el sacrificio de aceptar otra cultura, de vivir en medio de situaciones de inhumanidad… pero lo decisivo es “no perder nunca la esperanza, la paciencia, la alegría y la oración que es la experiencia de Dios que nos lleva a amarlo, a seguirlo incluso dando nuestra propia vida”. Esta mujer sencilla, que no hubiéramos conocido de no ser por su secuestro, me parece una de esas columnas que mantienen a la Iglesia en pie en medio de cualquier tormenta.

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