La firma de José Luis Restán: No me retengas

La misión no es aferrar a Cristo para uno mismo en un espacio tranquilo, sino ir al mundo para anunciar su presencia

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La firma de José Luis Restán: No me retengas

José Luis Restán

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Uno de los momentos más impresionantes que nos propone la liturgia de la Pascua es el encuentro entre María Magdalena y el Señor resucitado. El obispo de Trondheim, Erik Varden, ha escrito que la María Magdalena podría ser la “patrona perfecta del siglo XXI” porque es una mujer “curada de sus heridas más profundas”. Entra en escena en el Evangelio cargada de sed de amar y ser amada. El encuentro con Cristo transforma el sentido de su deseo más profundo. María Magdalena escucha y aprende, “su paso de mujer vulnerable a testigo de la Resurrección es algo que nuestra época necesita mirar”, dice el obispo Varden.

En aquel primer encuentro tras la resurrección, la Magdalena se acerca al Señor y este le dice una frase misteriosa que ha provocado muchas interpretaciones: “no me toques, que aún no he vuelto al Padre”. Otras traducciones, más afinadas, dicen “no me retengas”. Benedicto XVI observa que María quería volver a tener a su Maestro como antes de la cruz, pero ya no era posible ese tipo de relación que habían tenido antes. Ahora debía entablar una relación nueva con Él, porque tenía que subir al Padre. Hasta la resurrección, Jesús solo era accesible a quienes se encontraban físicamente con Él en los pueblos de Galilea y de Judea. Pero a partir de ese momento, Jesús ascendería al Padre y enviaría su Espíritu, de modo que ya es accesible para cualquiera, en cualquier momento del tiempo y en cualquier lugar de la tierra.

Hay otro mensaje en las palabras misteriosas de Jesús. La misión no es aferrar a Cristo para uno mismo en un espacio tranquilo, sino ir al mundo para anunciar su presencia. Magdalena fue enviada a los apóstoles para comunicarles el mensaje de la resurrección. Esto la convierte, como escribió San Hipólito en el siglo II, en la “apóstol de los apóstoles” y en una imagen de la Iglesia, que no debe acaparar para sí al Resucitado, sino que tiene la tarea de llevar la Buena Nueva a todos los hombres en todos los tiempos.

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