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Se hizo carne

José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

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Un antiguo villancico inglés muestra el asombro por el hecho de que “Jesús, el Salvador, viniese a morir por la pobre gente como tú y como yo. Si Jesús hubiese querido cualquier minúscula cosa, una estrella del cielo, o que un pájaro volase, o que todos los ángeles de Dios cantasen en el cielo, sin duda lo hubiese podido obtener, porque Él es el Rey”. Sin embargo, este rey quiso plegarse en todo a la condición humana, a los recovecos de la historia. El Papa recordaba en la Misa de Nochebuena el censo ordenado por el emperador Augusto, que refleja su poder sobre el orbe. María y José se atienen a esa orden, y por eso Jesús nace en un establo de Belén, porque Dios viene a buscarnos a través de la encarnación. Como dijo Francisco, Él “no irrumpe con un poder sin límites, sino que desciende a nuestros límites; no evita nuestras fragilidades, sino que las asume”.

El Papa subraya que Jesús “no usa la varita mágica… no nos salva pulsando un botón, sino que se acerca para cambiar la realidad desde dentro”. Cuánto nos cuesta entender y aceptar que el Dios de Jesucristo “revoluciona la historia habitándola, que nos respeta hasta el punto de permitirnos rechazarlo… que no elimina los problemas de nuestra vida, sino que da a nuestras vidas una esperanza más grande que los problemas”. En efecto, Jesús habría podido tener el mundo en sus manos, pero quiso nacer en la pobreza de un pesebre y andar todos nuestros caminos, los de la alegría y los del dolor.

Esta es la tecla con la que no dan tantos opinadores que nos inundan estos días con sus filias y fobias sobre la Navidad, que “no es una mezcla de afectos melosos y de consuelos mundanos, sino la inaudita ternura de Dios que salva el mundo encarnándose”. En vez de desesperarnos por el estado del mundo, deberíamos aceptar esta vía de la encarnación y recordar que la obra de salvación de Jesús continúa a través de la Iglesia. Nosotros también debemos recorrer el camino arduo pero precioso de la encarnación, llevados de su mano.

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