Lo mejor y lo peor de Rusia
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Lo que sucede en Rusia es importante para todos en este momento, y para entenderlo mejor siempre recurro al profesor Adriano Dell’Asta, vicepresidente de la Fundación Rusia Cristiana. Ante la muerte brutal e inesperada del líder opositor, Alekséi Navalni, recluido en una terrible prisión más allá del Círculo Polar Ártico, ha escrito que en esta tragedia Rusia ha mostrado lo mejor y lo peor de sí misma. Lo mejor tiene el nombre de Navalni. Había regresado a su tierra natal tras ser objeto de un intento de envenenamiento, sabiendo que estaba destinado a prisión. En ella no ha dejado de ser libre, a pesar de que sus acciones provocaban las reacciones más odiosas y absurdas por parte de sus verdugos. Más allá de sus opiniones políticas, con su regreso y su resistencia ha demostrado lo que significa ser un hombre libre frente a un poder despótico.
Lo peor de Rusia también ha salido a la luz. Un poder cínico que ejerce cualquier forma de opresión y arbitrariedad y que, ante su muerte, ha comentado con desfachatez: "seguramente es un accidente, cosas que suceden". En Internet circula una foto de Navalni con un cartel que dice: “No tengo miedo, ¡tampoco lo tengáis vosotros!”. Dice el profesor Dell’Asta que “ha muerto porque hizo lo que menos puede tolerar este poder, que uno asuma su responsabilidad como hombre”. El legado más profundo y exigente de su sacrificio consiste en no actuar por interés personal sino, más allá, e incluso en contra, de cualquier interés personal. Este espíritu de sacrificio que demostró Navalni tenía fuentes religiosas que él nunca mantuvo en secreto. Su muerte nos pide no olvidar que existe una parte de la sociedad rusa, todo lo minoritaria que queramos, que nunca se deja aplastar por completo. La que representa también Aleksandra Sko?ilenko, condenada a siete años de prisión, que sigue diciendo que "la vida humana es un milagro"; o Ilya Yašin que, ante la posibilidad de ser liberado mediante un intercambio de prisioneros, ha preferido permanecer en su patria para preparar su reconstrucción. Nuestro occidente adormecido necesita mirar y aprender de personas como éstas.