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No olvidemos a Ucrania

José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Van a cumplirse dos años desde el inicio de la invasión de Ucrania por el ejército ruso, que desencadenó una cruel guerra que continúa provocando terribles sufrimientos. Durante este tiempo nos ha sorprendido el coraje del pueblo ucraniano que lucha por su derecho a existir en libertad. Su resistencia sería imposible sin el apoyo económico y militar de las grandes democracias, pero hay otra dimensión, más profunda, que no debemos olvidar. El pueblo ucraniano sostiene su esperanza y su cohesión, en gran medida, gracias a sus profundas raíces cristianas alimentadas por una Iglesia que se ha visto puesta a prueba durante estos dos años. Una Iglesia con una larga historia de santos y de mártires, que hoy nos pide ayuda. Esta ayuda no la darán los gobiernos, sólo puede proceder de la comunión viva de la Iglesia universal.

Por esta razón, Ayuda a la Iglesia Necesitada ha lanzado la campaña “Ucrania, no quiero olvidarte”. El arzobispo mayor de la Iglesia greco-católica, Sviatoslav Schevchuk, ha sido tajante durante su presentación: “si dejáis de hablar de nosotros, dejaremos de existir”. Ese es su grito de auxilio que no podemos dejar caer en el vacío. Todas las diócesis, tanto greco-católicas como latinas, están impulsando un gran programa integral para sacar adelante a viudas, madres, huérfanos, mujeres cuyos maridos están en el frente, y militares traumatizados por la violencia. El futuro depende de cómo se responda a la necesidad de superar el trauma de la guerra que ya ha afectado al corazón de la sociedad ucraniana, que es la familia.

Hay otro aspecto del que nadie habla. La propia existencia en libertad de la heroica iglesia greco-católica ucraniana está amenazada por la invasión. De hecho, ya ha sido ilegalizada en los territorios orientales bajo control ruso, donde varios sacerdotes han sido encarcelados. Es un momento para recordar que la Iglesia es un cuerpo, y cuando uno de sus miembros sufre, es todo el cuerpo el que sufre. No queremos, no podemos olvidar a la Iglesia que sufre en Ucrania.

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