La principal preocupación
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He asistido esta mañana a la intervención del cardenal Juan José Omella en el Foro Nueva Economía, donde se ha sometido a todo tipo de preguntas sobre la actualidad de la Iglesia y de nuestra sociedad. En sus palabras finales, recordando cómo le ha marcado en su vida la experiencia de los Padres Blancos, se ha referido a la primera expedición de tres misioneros, enviados por el cardenal Lavigerie al corazón de África. Se dirigieron a un lugar desconocido, sin conocer la lengua, sin protección, sin cálculos, sólo para anunciar a Jesucristo y la vida grande y bella que Él regala a quienes le siguen. En poco más de un año floreció una hermosa comunidad cristiana que, enseguida, fue sometida a una dura prueba que desembocó en cientos de mártires en lo que hoy es Uganda.
No era una digresión. El cardenal ha querido colocar este acontecimiento histórico como referencia para el desafío misionero de la Iglesia en la España de hoy. No tenemos que irnos muy lejos para encontrar formas de vida, culturas y costumbres, que pueden resultarnos extrañas, lenguajes que ya nada tienen que ver con la tradición cristiana. Y leyes y costumbres que no protegen precisamente los llamados “valores cristianos”. La cuestión no es si somos muchos, o si hemos hecho un cursillo para afrontar estas cosas. Aquellos padres blancos eran solo tres, y tuvieron que aprenderlo todo día a día, en una relación estrecha con aquellos a los que encontraban, tan diferentes en cuanto a cultura y organización social. No llevaban alforja ni sandalias, y mucho menos un manual de instrucciones; sólo el tesoro de su fe y de la comunión de la Iglesia que les enviaba, y el deseo de comunicar a todos la grandeza de vida que ellos habían encontrado. ¿Tenemos hoy eso? ¿Generamos esa personalidad cristiana en nuestras comunidades? ¿Cultivamos esa pasión por Cristo y por el corazón de los hombres que, por ejemplo, cultivó el cardenal Lavigerie entre los suyos? Esas son las verdaderas preocupaciones de la Iglesia hoy, por las que habían preguntado al cardenal Omella al principio de su intervención.