Vivir de verdad
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Todos queremos una vida plena, vivir a tope, cumplir nuestros deseos más profundos: no arrastrarnos, sino vivir de verdad. Ese ha sido el lema del Encuentro Sevilla, en el que he participado el pasado fin de semana. Cada uno puede construir su imagen de lo que significa para él “vivir de verdad”: realizar un proyecto, superar un límite, obtener una cierta satisfacción, cumplir un deseo. Cosas buenas y legítimas, pero ninguna de ellas, en caso de conseguirlas (lo cual con frecuencias no sucede), nos deja después saciados. Resulta que vivir de verdad no era eso, o no era sólo ni principalmente eso.
Esa intuición que vibra en todo corazón humano se aclara frente a la pregunta que lanzó Jesús de Nazaret: “¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida, y qué podrá dar a cambio?” Vivir de verdad no es “ganar el mundo entero”, sino afrontar cada circunstancia de la vida con la tensión de buscar su significado y de adherirse a él, porque esa es la única vía para la felicidad. Ese es el modo de vida que me cautivó un día en la comunidad cristiana: no un esquema de principios y valores, sino la posibilidad de entrar en cada circunstancia (grata o dolorosa, deseada o amenazadora) con la certeza de que nuestra vida no se perderá, sino que se cumplirá de un modo que no podemos establecer ni controlar. Luego entendí que esa certeza se sostiene por la presencia del Resucitado en medio de su pueblo, que nos permite realizar un camino de humanidad verdadera. Sólo Él ha tenido la audacia de decir: “quien me siga tendrá aquí el ciento por uno… y después la vida eterna”.
La vida no consiste en tener éxito, sino en haber encontrado a Aquel que responde a nuestro deseo de felicidad. Nuestros éxitos no garantizan la vida verdadera, ni nuestros fracasos la impiden, tampoco la enfermedad, ni la propia muerte. La sustancia de la vida es encontrar el Amor que corresponde a la expectativa de nuestro corazón, no en un mundo imaginario, sino dentro de la historia que nos toca vivir (con todas sus circunstancias). Y ese Amor se ha hecho carne. Eso es el cristianismo.