Los dos principios de la Iglesia que pueden sostener la recuperación económica tras la pandemia

En el podcast 'Siempre aprendiendo' el periodista y sacerdote Josetxo Vera reflexiona sobre dos principios que podrían ayudar a los políticos en su cumbre europea

Josetxo Vera

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Los políticos europeos están teniendo un fin de semana de esos a los que aspira todo trabajador y todo estudiante: un fin de semana de cuatro días. Se reunían desde el viernes para ver como ayudar a salir de las consecuencias económicas de la pandemia.

Están con un fondo de 800mil millones para repartir entre todos, como una familia que al principio se lleva bien pero luego han empezado las discusiones y se ha armado la de Nicea. Si se devuelve, si es a fondo perdido, si es a cambio de reforma. Está bien que a los países europeos les pase lo que a cualquier familia con muchos hermanos.

La Iglesia a estas cosas también les da una reflexión y unas vías de solución y quizás alguno de sus principios de manejo de la cosa pública les pudieran ayudar, si quisieran pedir ayuda.

La pandemia del Covid que estamos atravesando está dejando todo hecho unos zorros. Nosotros que lo teníamos más o menos todo controlado, que nos gustan las seguridades y las tranquilidades, que nos gusta mirar el horizonte despejadamente, nos encontramos ahora con el descontrol completo. Entre las cosas que están muy descontroladas está el tema de la economía. Evidentemente el virus no ha dañado el tejido productivo así que se pueden retomar las actividades, pero donde la economía se apoya en los servicios no es tan fácil. Viajes, turismo, ocio, entretenimiento, todos los que se dedican a estas actividades económicas pues están teniendo problemas.

Para esto la Iglesia tiene alguna reflexión: nosotros, como país, estamos en una situación teóricamente buena porque desde hace 20 años pertenecemos a la Unión Europea, somos socios de una familia, de un grupo de países que han tejido una red de alianzas, de intercambios, que tratan de sostenernos a todos cuando llegan los problemas. Pertenecer a una familia está bien cuando vienen malvadas, en la pasada crisis económica del 2008 nos hemos dado cuenta que bueno es tener una familia y tener gente que ayuda. Tantos padres y tantos abuelos que han sostenido a sus hijos para salir adelante en medio de dificultades graves en esa crisis tan larga.

Ahora estamos también en una situación difícil en las que nos hace falta una familia, a lo mejor una familia de países para salir adelante de esta situación económica que se ha creado. Los países europeos están creando un fondo de ayuda económica para ayudar a los que más han sufrido el coronavirus. Todos han sufrido mucho, pero para algunos las consecuencias económicas serán más duras. Y para eso sirve la Unión Europea.

Pero allí llegan los problemas: parece ser que los países que más han sufrido son los que son menos de fiar en la cuestión económica. Así que los “hermanos mayores” quieren dar dinero, pero también controlar en que se gasta o darlo como un préstamo. No es algo tan difícil que entender porque en la pequeña escala esto pasa muy habitualmente.

Imaginemos una familia de cuatro hermanos: el más pequeño quiere abrir un restaurante y ha pedido ayuda a sus hermanos. El hermano más mayor es frio y calculador y le da un préstamo que tiene que devolver. El segundo hermano quiere darle el dinero, pero como no se fía mucho pretende ayudarle en la gestión. El tercer hermano quiere dar el dinero sin más porque ya se está imaginando los bienes que va a traer a la familia la abertura del restaurante. ¿Cuál de estos tres hermanos está actuando mejor en relación con el hermano pequeño?

En el fondo todo lo que hacen los tres hermanos es legitimo y valioso, todos tienen su derecho y cada uno quiere ayudar en función de sus capacidades y de su sistema de valores. Los hermanos quieren ayudar, pero es lógico que cada uno tenga unas necesidades distintas.

¿Qué le puede decir la Iglesia a él y sus hermanos?

La Iglesia tiene dos principios que son muy importantes y que regulan las relaciones dentro de la sociedad. El primero es el principio de la subsidiariedad y el segundo es el de la solidaridad. Los dos principios pueden servir a estas negociaciones porque están reconocidos por la Unión Europea. La subsidiariedad viene a expresar que la solución a los problemas tiene que darla las instituciones más cercanas a esos problemas y, solo en el caso de que no se alcance la solución, tiene que ayudar una instancia superior. La solución la tiene que dar el que monta el “problema”, con sus responsabilidades y sus iniciativas. Ese es un principio básico. En el caso de las consecuencias económicas de la pandemia, cada país, cada región, cada ayuntamiento tiene que hacer todo lo que está a su alcance para solucionar los problemas.

A lo mejor la parte de solución que nos corresponde para este tema es llevar mascarillas. Todos estamos involucrados en la resolución del problema concreto que tenemos delante. Por eso, también nosotros, por este principio de subsidiariedad somos parte de las soluciones. No tenemos que agravarlo sino hacerlo más pequeño.

El segundo principio es le da solidaridad que expresa como todos somos responsables del bienestar de nuestros vecinos, de las personas con las que mantenemos algún vinculo familiar, social. Hay una frase del Nuevo Testamento que dice: “somos todos miembros unos de otros”. Todos los hermanos tienen que ayudar al bien del hermano pequeño porque están vinculados a él por ser hermanos. En Europa pasa como en cualquier familia, a veces te dejan dinero para algo que tienes que pagar, porque quieren que te vaya bien, a veces te lo dan para que hagas algo y todo eso es legítimo.

Ahora bien, ¿qué está a la raíz de estos dos principios? Detrás de estos dos principios es necesario que exista una gran altura moral, pensar que los demás son hermanos que merecen tu ayuda. Si esa altura moral no existe el que presta querrá beneficiar del que reciba y se convertirá en usura. Por eso cuando se elimina la formación moral de la sociedad se hace imposible la convivencia, la solidaridad y la subsidiariedad. Me parece que en el fondo de este fin de semana de cuatro días que llevan los políticos reunidos en Bruselas está el problema de una escasez de altura moral.