Manos Unidas avisa de que la pandemia va a dejar sumidos en la pobreza a otros 500 millones de personas

La institución católica acometió el año pasado 474 proyectos de desarrollo en países de África, Asia y América por un importe de 31,5 millones de euros

Manos Unidas avisa de que la pandemia va dejar sumidos en la pobreza a otros 500 millones de personas

José Ignacio Rivarés

Publicado el - Actualizado

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La pandemia de la covid-19 ha vuelto a ampliar la brecha entre países ricos y pobres. «Y si no ponemos remedio, va a condenar a la pobreza a 500 millones de personas más», el equivalente a la población de toda la Unión Europea. Lo ha denunciado hoy miércoles, 9 de febrero, Manos Unidas, en la presentación de su sexagésima tercera Campaña de Lucha contra el Hambre. «Nuestra indiferencia los condena al olvido», es el lema de la misma. La pobreza azota actualmente a 811 millones de hombres, mujeres y niños.

La Campaña, ha explicado en rueda de prensa Clara Pardo, presidenta de la entidad católica, «quiere mover conciencias adormecidas y anestesiadas. Sacar lo mejor que todo ser humano lleva dentro para combatir lo que el papa Francisco llamo?, en Evangelii Gaudium, su primera enci?clica, “la globalizacio?n de la indiferencia”». «En nombre de Manos Unidas y de aquellas personas que sufren la injusta realidad del hambre y la pobreza —ha dicho— pido a quienes piensan que acabar con estas lacras no es algo que les corresponda, que se quiten la máscara que les anestesia y no den la espalda al drama que supone la supervivencia diaria».

Pardo ha señalado que en estos dos años de pandemia los socios y colaboradores «nos han ayudado más» que de ordinario, y que los españoles en general «somos muy solidarios». «La gente tiene que saber que el dinero que dona llega a sus destinatarios y ayuda a cambiar sus vidas. Hay que ayudar a la gente a vencer esa indiferencia primera», ha dicho tras subrayar que en nuestra sociedad «preferimos no saber lo que pasa afuera» y que cuando vemos alguna desgracia en la televisión cambiamos de canal, sin querer darnos cuenta de que la pobreza es un problema de todos y que «la globalización existe para lo bueno y para lo malo, también para los problemas».

Un mundo cada vez más desigual

La presidenta de Manos Unidas se ha referido a la injusticia que supone que el 1% de la población posea el 45% de la riqueza mundial mientras 3.000 millones de personas no tengan nada. Y ha añadido que la desigualdad entre pobres y ricos se está manifestando en toda su crudeza en el acceso a las vacunas. Así, ha puesto como ejemplo que mientras en España un alto porcentaje de la población (81%) ya está vacunada con las dos dosis e incluso con la de refuerzo, en un país como la República Democrática del Congo solo ha recibido la primera dosis el 0,4% de sus habitantes. «Eso es desigualdad», ha dicho antes de constatar que «la sexta ola del virus empezó en un país donde no había vacunas».

Pardo ha puesto en valor el hecho de que, en «un año complicado» como el pasado, su institución aprobase 474 proyectos de desarrollo por un importe de 31,5 millones de euros. «Nuestro trabajo llegó a los rincones más empobrecidos de América, Asia y África», y esos proyectos contribuyeron a «mejorar la vida de 1,5 millones de personas», ha dicho.

No obstante, hay muchísimo trabajo pendiente. El cierre de las escuelas en estos dos últimos años a causa de la covid ha supuesto que haya «una nueva generación perdida para la educación», pues esos niños no tienen acceso a la enseñanza a distancia. Y ahí están los migrantes y los afectados por los desastres naturales y las guerras. «La guerra en el Tigray etíope, silenciada por el propio gobierno de Etiopía, que amenaza la vida de millones de personas, ante la total indiferencia de la comunidad internacional, no es un espectáculo, es una tragedia. Como también lo son las guerras de Yemen, Siria, de la RDC, de la República Centroafricana…».

La presidenta de Manos Unidas ha querido agradecer el compromiso de los 77.000 socios y colaboradores y, citando a Luis Lobo, un joven colombiano de la etnia wayúu que se declaró recientemente en huelga de hambre para denunciar la muerte de niños en su comunidad por la inseguridad alimentaria, ha dicho que «cada vez que una persona muere de hambre, especialmente si es un niño, nosotros regresamos a la barbarie».

Pardo ha enfatizado el papel de las mujeres en la lucha contra el hambre y la pobreza en el mundo —«son los pilares del desarrollo»— y recuerda que su institución, que vio la luz por iniciativa de un grupo de mujeres de Acción Católica, lleva más de seis décadas combatiendo no solo el hambre sino también «las estructuras injustas» que lo causan y perpetúan, llámense «actividades extractivistas», «acaparamiento de tierras», «explotación laboral», «especulación con el precio de los alimentos y las materias primas», etc.

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Desnutrición crónica en Guatemala

La presidenta de Manos Unidas ha estado acompañada en la presentación de la campaña por el médico guatemalteco Carlos Arriola Monasterio, fundador y presidente de la Asociación Santiago Jocotán, socio local de la institución, y por el jesuita leridano Àlvar Sánchez, que acompaña y trabaja con los migrantes en la diócesis de Tánger (Marruecos).

Arriola Monasterio ha dicho que lleva treinta años luchando contra la desnutrición en la provincia de Chiquimula, una región pobre, marginada y con importante presencia de indígenas chortí fronteriza con Honduras y El Salvador en la que sigue habiendo desnutrición aguda. Al Centro de Recuperación Nutricional Infantil (dispensario Bethania), por ejemplo, siguen llegando cuatro o cinco casos cada año. En las primeras 15 semanas de 2021 hubo en Guatemala 9.428 casos de desnutrición aguda, según datos oficiales, incluidos cinco niños muertos.

Eso en cuanto a «desnutrición aguda», porque la «desnutrición crónica» —que tiene «efectos devastadores en el desarrollo cerebral y en la inteligencia de los niños» debido a la falta de proteínas en los primeros tres años de vida— es muy alta. Y no solo en la provincia, sino en todo el país. «Algunos datos de instituciones que trabajan en Guatemala —ha dicho el doctor Arriola— afirman que el país tiene la tasa de desnutrición crónica más alta de América Latina y una de las más elevadas del mundo (49%). En algunas zonas rurales, especialmente en el departamento de Chiquimula, alcanzan el 80%».

«El dinero llega. Trabajamos mucho con proyectos de agricultura sostenible: huertos, bancos de semillas, etc. Buscamos dignificar a las personas, no generar más asistencialismo, más paternalismo. Sin el apoyo de ustedes no podríamos lograrlo», ha afirmado.

La pobreza afecta actualmente a casi la mitad de los 18 millones de habitantes de Guatemala, un 70% de cuya población activa trabaja en la economía informal. En la última década, Manos Unidas ha ayudado allí a 1.300.000 personas a través de 186 proyectos a los que ha dedicado más de 15 millones de euros.

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Àlvar Sánchez: «Todos formamos parte de la familia humana»

El Padre Àlvar Sánchez, jesuita, párroco de la iglesia Santiago el Mayor de Nador, ha dicho por su parte que las sociedades democráticas no deben «consentir la criminalización de quienes escapan del conflicto, la represión, las consecuencias de la degradación ecológica o los desastres naturales». Y tras recordar que las devoluciones en caliente «son sencillamente ilegales» y que «cada año se duplica el número de personas que mueren o son inducidas a la muerte frente a nuestras costas», ha reivindicado a los migrantes como «un capital humano excepcional», «bálsamo y remedio al envejecimiento demográfico de Europa». La pobreza y la falta de oportunidades en África, señala, hacen cada vez más difícil que las generaciones jóvenes puedan afirmar su «derecho a no migrar». «Tenemos que dejar de vivir protegiéndonos frente a los desconocido. Todos formamos parte de la familia humana», ha insistido el también colaborador del Centro Baraka de Formación Profesional e Inserción Sociolaboral.

Manos Unidas trabaja con la Iglesia católica de Nador apoyando la formación de jóvenes en riesgo de exclusión y la atención psicosocial y humanitaria a los migrantes. En los últimos diez años la institución ha ayudado directamente a cerca de 69.000 personas a través de 83 proyectos en los que ha invertido más de 5,3 millones de euros.