Nigeria: Sin noticias de los dos sacerdotes secuestrados en la diócesis de Sokoto

Según la ONG local Global Rights, solo en los Estados del norte, de mayoría musulmana, fueron secuestradas en 2021 por «bandidos» 3.256 personas

Nigeria: Sin noticias de los dos sacerdotes secuestrados en la diócesis de Sokoto

José Ignacio Rivarés

Publicado el - Actualizado

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La diócesis de Sokoto sigue sin noticias de los dos sacerdotes de su presbiterio secuestrados la semana pasada en el asalto a la rectoría de la iglesia de San Patricio, en el área metropolitana de la localidad de Kafur (Estado de Katsuna). Se trata de Stephen Ojapa, el párroco, y de su ayudante Oliver Opkara, según ha confirmado su director de comunicación. «No hay información sobre su paradero. Recen por su seguridad y su liberación», pide el padre Chris Omotosho en un comunicado. Los asaltantes se llevaron también consigo a otras dos personas cuya identidad no ha trascendido.

El secuestro se produjo en la madrugada del miércoles 25 de mayo, y fue perpetrado por un importante número de hombres armados. Las autoridades lo atribuyen a «bandidos», denominación genérica que sirve para cualquiera de los muchos grupos armados que siembran el terror en los Estados del norte ante la impotencia de las fuerzas de seguridad. El móvil, al igual que en casos anteriores, sería conseguir el pago de un rescate. El pasado mes de mayo los captores del padre Alphonsus Uboh, raptado en el Estado de Akwa Ibom, exigieron por su liberación 100 millones de nairas (224.000 euros). El cura recuperó la libertad tras pasar tres noches en cautividad. Otro presbítero, en cambio, el padre Joseph Aketeh Bako, capturado en marzo, acabó muriendo unas semanas después por falta de atención médica.

La diócesis de Sokoto ya fue escenario hace unas semanas de graves disturbios. Estos tuvieron por detonante la detención de dos chicos musulmanes que habían participado en el linchamiento de una joven universitaria cristiana a la que acusaron de blasfemia. Entonces una turba causó daños en la catedral y otras instalaciones cristianas y tuvo que ser declarado durante un día el estado de emergencia.

La sede que pastorea el obispo Matthew Hassan Kukah tiene unos 70.000 kilómetros cuadrados y pertenece a la provincia eclesiástica de Kaduna. Abarca todo el Estado de Sokoto (4,3 millones de habitantes) y parte de los vecinos de Zamfarra, Kebbi y Katsina, fronterizos todos ellos con Níger.

Miles de muertos y de secuestros cada año

Solo en el Estado de Kaduna, en el centro del país, los «bandidos» han asesinado en los tres primeros meses de este año a 360 personas y herido a 258, según un informe presentado la semana pasada por su gobernador. En ese corto espacio de tiempo se perpetraron allí también 1.389 secuestros.

El modus operandi de estas bandas, según se ha especificado, es siempre el mismo: irrumpen en motocicletas en los poblados, abren fuego indiscriminado contra la gente, secuestran a algunas personas y se dan a la fuga antes de que las fuerzas del orden puedan reaccionar. Las autoridades han llegado a declarar a estos grupos como organización terrorista para facilitar las operaciones de seguridad, pero ello no ha conseguido erradicar el problema.

Según un informe de la ONG local Global Rights, el año pasado murieron en Nigeria casi 7.000 personas a causa de la violencia de Boko Haram y de los «bandidos» que operan en el norte. De esa cifra, la inmensa mayoría (6.051) eran civiles y el resto (844) agentes de la seguridad del Estado. Los grupos de saqueadores serían responsables de 3.692 muertes y de 3.256 secuestros.

Lejos de disminuir, la violencia es un fenómeno creciente en el país más poblado de África, y un gran motivo de preocupación. En 2020 fueron asesinadas allí 4.556 personas, y el año anterior 3.188.

Además de los dos sacerdotes de Sokoto, en Burkina Faso permanece secuestrada también una religiosa. Se trata de la misionera estadounidense Suellen Tennyson, de 83 años, raptada por hombres armados no identificados en la madrugada del 4 al 5 de abril. Lleva en el país desde 2014 y trabaja en la misión que su congregación, las Marianitas de la Santa Cruz, tiene en Yalgo, una localidad situada no muy lejos de la frontera con Malí.